Sobre
el fascismo – Reacción en toda línea
Publicado
en la web de la revista
Sol Rojo del
Partido Comunista de Perú (nº 36 – octubre de 2011)
El
objetivo del presente artículo no es hacer un examen completo del
fascismo y su historia, sino contribuir a una comprensión básica de
qué es el fascismo y cómo se expresa en el mundo desde su aparición
hasta hoy. Así queremos contribuir en dispersar las cortinas de humo
difundidos por la reacción en cuanto a este tema, y armarnos con una
comprensión marxista del fascismo para ser capaces de combatirlo. No
vamos a revisar todos los ejemplos de regímenes fascistas, sino
limitarnos a unos cuantos para ilustrar los puntos principales.
En
primer lugar, la lucha contra el fascismo no es de ninguna manera
inactual; los imperialistas y sus lacayos hoy como antes aplican el
fascismo cuando lo necesitan. Por eso, para los comunistas y
revolucionarios es necesario comprender qué es el fascismo,
aplicando la ideología de la clase obrera y no dejarse engañar por
las mentiras y distorsiones de la burguesía. Primero tenemos que
partir de una definición marxista del fascismo. No es suficiente,
sino directamente engañoso, usar el término fascismo para todo lo
que es reaccionario y “antidemocrático”. Tampoco no podemos
aceptar las definiciones burguesas que parten de conceptos como
“autoritarismo” y “totalitarismo” (que veremos más abajo).
Pero tampoco no tenemos porque comenzar “de cero”; En los
clásicos del marxismo y en la historia del movimiento comunista
internacional encontramos suficiente experiencia práctica y teoría
marxista para ser capaces de definir el fascismo – y es nuestra
tarea aplicar este conocimiento a la realidad concreta, no verlo como
un dogma muerto.
Como hemos aprendido de las experiencias de
la Tercera Internacional y su disolución, la lucha contra el
fascismo y la aplicación de la política del frente único, y
principalmente del Presidente Mao Tsetung y la revolución China, la
definición “clásica” del fascismo hecho por Georgi Dimitrov no
es suficiente. Él lo ha definido como “la dictadura terrorista
abierta de los elementos más reaccionarios, chovinistas e
imperialistas del capital financiero”. Una definición insuficiente
porque no toma en cuenta el corporativismo como parte del fascismo,
es decir la organización corporativa del Poder y la economía. El
Presidente Gonzalo nos enseña: “Cuestionamiento del parlamento es
una posición básica del fascismo que apunta contra estructura
estatal demoburguesa tradicional, sustentada en la negación de los
principios, libertades y derechos establecidos en el siglo XVIII, que
postula la organización corporativa y potencia al máximo la
violencia reaccionaria, todo en función de la más desenfrenada
dictadura de clase de la burguesía (gran burguesía en nuestro caso)
y en servicio del imperialismo”. (¡Que el equilibrio estratégico
remezca más el país!, PCP 1991). Aquí tenemos una síntesis
brillante y una definición más completa del fascismo, pero hay que
recordar que ninguna definición concisa es suficiente para
comprender un fenómeno – para eso se necesita una comprensión más
profunda y una aplicación práctica de nuestra ideología en cada
caso concreto. Por eso vamos a ver más en detalle los diferentes
elementos del fascismo.
Dictadura
de clase y democracia
Nuestro
punto de partida cuando hablamos del fascismo debe ser la concepción
marxista del Estado, es decir la dictadura de clase. Como Lenin dijo:
“El Estado es una máquina para mantener la dominación de una
clase sobre otra”. Es decir que cada sociedad donde existen clases,
sin excepción, es una dictadura. Además, Lenin nos enseña que la
existencia del Estado no solamente muestra que existen clases, sino
que existen contradicciones irreconciliables entre estas clases, es
decir, contradicciones que no se puede resolver con la conciliación
de las clases antagónicas, sino solamente con la revolución. Bajo
el capitalismo, cuando la burguesía tiene el poder, el Estado es el
instrumento de la burguesía para mantener su poder y reprimir a las
otras clases, principalmente el proletariado. En la revolución
proletaria la clase obrera aplasta el Estado de la burguesía y
construye el Estado proletario, la cual tiene entre sus objetivos
reprimir a la clase burguesa y a todos los que quieren restaurar el
capitalismo. Cuando lleguemos al comunismo, la sociedad sin clases, y
no antes, puede y debe desaparecer el Estado. Diferenciamos entre
sistema de Estado y sistema de gobierno: sistema de Estado indica que
clase tiene el poder (y así la dictadura burguesa es el sistema de
Estado en el capitalismo), mientras sistema de gobierno indica qué
sistema esta clase utiliza para ejercer su dictadura (la democracia
burguesa es un sistema de gobierno, el fascismo es otro).
El
Estado cumple su papel en diferentes maneras, con leyes, control de
la opinión pública a través de la educación y medios de
comunicación etc. – pero en el fondo el poder del Estado siempre
se basa en las fuerzas armadas, es decir en la violencia. Como parte
de esta dictadura pueden existir varios grados de democracia; bajo la
dictadura burguesa existen por tanto diferentes formas de democracia
para la clase burguesa y todos los que sirven a su poder, pero no
para la clase obrera y el pueblo. Bajo la dictadura proletaria existe
democracia para la clase obrera y el pueblo, pero no para la
camarilla de burgueses y reaccionarios. Pero no porque cada Estado
basa su poder en la violencia, podemos reducir nuestra definición
del fascismo a una cuestión de violencia y terror:
“En
cuanto al problema de identificar fascismo con terror, con represión,
nos parece que es un error, lo que pasa en este caso es lo siguiente:
si uno recuerda el marxismo, el Estado es la violencia organizada,
ésa es la definición que nos han dado los clásicos y todo Estado
usa violencia porque es dictadura, si no ¿cómo contendría para
oprimir y explotar?” (Entrevista con Presidente Gonzalo, PCP
1988)
Cuando funciona como desea la burguesía, la democracia
parlamentaria burguesa, elevada a un ideal por los imperialistas, da
la ilusión de influencia popular y baja la voluntad revolucionaria
de los oprimidos – el problema es que esta democracia se encuentra
en contradicción con el mismo sistema imperialista, para el cual es
cada vez más difícil mantener siquiera esta farsa
parlamentaria.
Origen
del fascismo: imperialismo moribundo y reacción en toda la
línea
“Que
el imperialismo es el capitalismo parasitario o en descomposición se
manifiesta, ante todo, en la tendencia a la descomposición que
distingue a todo monopolio en el régimen de la propiedad privada
sobre los medios de producción. (…) En cuarto lugar, "el
capital financiero tiende a la dominación, y no a la libertad".
La reacción política en toda la línea es rasgo característico del
imperialismo”. (V.I. Lenin – El imperialismo y la escisión del
socialismo, 1916)
Cuando la burguesía era una clase
revolucionaria luchando contra la vieja clase dominante feudal,
defendió las libertades y derechos burgueses, lucharon por la
institución de la democracia y por las ideas progresistas de
entonces del “valor igual de todos los seres humanos”. En general
fue exitoso en su tarea de derrumbar la clase feudal y establecerse
en el poder, el Estado burgués. Pero ya desde este momento ha sido
claro que los nuevos soberanos no tenían “el bienestar de todo el
pueblo” como su objetivo; las libertades y derechos que habían
proclamado eran validos para ellos mismos, y en la práctica nunca
podían ser válidos para la nueva clase de proletarios que surgió,
porque la misma existencia de la clase burguesa y el capitalismo está
basada en la explotación de este proletariado. La democracia
burguesa y su parlamentarismo, se presentó como una forma adecuada
para su dictadura, codo a codo con la ideología liberal.
Cuando
el capitalismo alrededor de 1900 entró en su etapa imperialista, es
decir su etapa superior, ultima y moribunda, entró en contradicción
aún más aguda con las viejas ideas de la revolución burguesa.
Cuando la “competencia libre” había sido barrida y la propiedad
se centra cada vez más en las manos de unos cuantos monopolios,
cuando la misma explotación ha generado una clase creciente de
proletarios conscientes y revolucionarios, y cuando se cometen
genocidios masivos en los países conquistados como parte de la
expansión y repartición imperialista – es cada vez más difícil
mantener ni siquiera una democracia limitada y justificar su dominio
con frases de “igualdad de todos los seres humanos” o “libertad,
igualdad y fraternidad”.
“Otro punto del socialismo
científico de importancia para Mariátegui es la crisis de la
democracia burguesa cuyos síntomas se percibían desde antes de la I
Guerra y cuyas causas ve en "el acrecentamiento y la
concentración paralelos del capitalismo y del proletariado";
así el desarrollo del monopolio, característica del imperialismo, y
el cuestionamiento del orden burgués por el proletariado son las
causas de la crisis de la democracia burguesa. Profundizando el
problema destaca que, bajo el régimen burgués la industria se
desarrolló extraordinariamente al impulso de la máquina habiendo
"surgido enormes empresas industriales" y como las formas
políticas y sociales son determinadas por la base que la sustenta
concluye: "La expansión de estas nuevas fuerzas productivas no
permite la subsistencia de los antiguos moldes políticos. Ha
transformado la estructura de las naciones y exige la transformación
de la estructura del régimen. La democracia burguesa ha cesado de
corresponder a la organización de las fuerzas económicas
formidablemente transformadas y acrecentadas. Por esto la democracia
está en crisis. La institución típica de la democracia es el
parlamento. La crisis de la democracia es una crisis del parlamento”.
(“Retomemos a Mariátegui y reconstituyamos su Partido", PCP
1975)
En pocas palabras, el imperialismo es capitalismo
podrido, y se expresa en su economía, su ideología y su política.
Para los monopolios cada vez más concentrados, la democracia
burguesa constituye cada vez más un obstáculo antes que un medio
para mantener su dictadura y aplicar su política, e ideológica y
políticamente en el imperialismo se abandona todo que ha sido
progresista en política, filosofía, cultura y ciencia. Frente a la
crisis económica, ideológica y política, y principalmente para
confrontar la revolución proletaria, el imperialismo lanza el
fascismo en un intento de salvar su podrido sistema de explotación y
opresión.
Origen
ideológico
En
lo ideológico, el fascismo representa el intento de crear un mito
para reemplazar las ideas de la revolución burguesa. Ideológicamente
es ecléctico; no tiene principios firmes en que se funda, sino
mezcla y utiliza lo que necesita para cumplir su tarea de mantener el
orden imperialista. Pero como resultado de sus necesidades concretas
ideológicas y políticas, se encuentra algunos rasgos recurrentes en
la mayoría de los movimientos fascistas, y un origen ideológico
común en las ideas que surgieron como resultado de la descomposición
del imperialismo y como reacción contra el marxismo.
Irracionalismo
– ya en los fines de los años 1800 y los comienzos de los años
1900, intelectuales burgueses desarrollaron las ideas que después
devendrían en características de la ideología burguesa del
imperialismo. La corriente “irracionalista”, representado por
Nietzsche, Shopenhauer y otros, rechaza las ideas de la Ilustración
de comprensión científica y en su lugar glorifica la “intuición”
y el “instinto”. El enemigo principal de estos intelectuales, por
supuesto, era el marxismo; mientras el marxismo analizó el mundo
científicamente para transformarlo, la tarea de los pensadores
burgueses fue impedir y negar este análisis con el objetivo de
mantener el presente orden. Donde pensadores burgueses antes habían
elevado la claridad y la objetividad, y hasta habían dado
contribuciones esenciales a las ciencias sociales y naturales, ahora
comenzaron a elevar la subjetividad y el “sentimiento”,
rechazando la razón. Para impedir la comprensión de las existentes
contradicciones de clase, introdujeron una sarta de ideas metafísicas
sobre “lo popular” (ver las teorías de Carl Jung sobre el “alma
del pueblo”), la “voluntad de poder” etc., las cuales
evidentemente influenciaron a Hitler y fueron partes de la ideología
fascista. Típico del fascismo también es una pronunciada actitud
cínica y pragmática frente a su propia ideología – por ejemplo,
el mismo Hitler reconoció abiertamente que la idea de una
“conspiración judía-bolchevique” era mentira, un mito diseñado
con objetivos políticos específicos, y no basada en hechos
reales.
El mismo irracionalismo, idealismo y relativismo
se encuentra también en el “postmodernismo” que está de moda en
el mundo académico de hoy, como arma ideológica contra el marxismo.
Toma especialmente las ideas de Nietzsche que apuntan contra el
análisis científica de la sociedad, contra toda intención de
transformarla, contra la idea del progreso. Según Nietzsche, “no
hay leyes” en la naturaleza ni en la sociedad humana: “Las cosas
no se comportan regularmente conforme a una regla; no hay cosas (se
trata de una ficción); tampoco se comportan bajo necesidad. En este
mundo no se obedece; pues el ser algo tal cual es, de tal fuerza, de
tal debilidad, no es el resultado de obediencia, regla ni necesidad”
(“La voluntad de poder”). Así, los ideólogos burgueses quieren
sustentar la idea del “fin de la historia”, y repiten la idea de
Nietzsche sobre el “eterno retorno”: "el mundo, es un
círculo que ya se ha repetido una infinidad de veces y que se
seguirá repitiendo in infinitum.". Como clase reaccionaria, la
burguesía tiene que rechazar no solamente la inevitabilidad, sino la
posibilidad, de transformación o saltos cualitativos en el
desarrollo de la sociedad humana. Como Nietzsche dice: “La
humanidad no representa una evolución hacia algo mejor, o más
fuerte, o más alto, al modo como hoy se cree eso. El progreso es
meramente una idea moderna, es decir, una idea falsa”. Eso es,
simplemente, el pensamiento de una clase reaccionaria y decadente y
nada más.
El “superhombre” y el desprecio de las masas –
La idea de Nietzsche del “superhombre” es una expresión del
individualismo cínico y extremo que hoy impregna todo pensamiento y
cultura burguesa, y para él no era ningún secreto que esta libertad
individual solo podría ser accesible para unos pocos. Las masas en
consecuencia eran “subhumanos” que no merecen tal libertad – y
así Nietzsche y otros intelectuales ya entonces establecen la
justificación ideológica del cuestionamiento de las libertades y
derechos burgueses. Hitler habla del “principio aristocrático de
la naturaleza” y dice que las masas son incapaces de “formar una
definida concepción política general” (“Mein Kampf”/”Mi
Lucha”).
El racismo, que en la versión burguesa de la
historia ha devenido en el rasgo más característico del fascismo
alemán, ha sido un componente recurrente en los movimientos
fascistas. Pero no está limitado al fascismo y no es una parte
necesaria de él, aunque se dio una forma más abierta y se aplicó
más sistemáticamente por varios regímenes fascistas. En breve, es
cuestión de la necesidad inevitable del imperialismo de conquistar
nuevos territorios y como parte de eso esclavizar y matar a las
poblaciones de estos territorios. Las ideas de la biología de razas
se desarrollaron para justificar eso, y por eso el racismo sigue
siendo parte de la ideología y política burguesa mientras el
imperialismo siga existiendo. No es resultado de la “ignorancia”
o la “xenofobia” de las masas sino de las necesidades concretas
del imperialismo. Es característica de la ideología burguesa,
tratar de explicar fenómenos psicológicos y sociales con la
biología – y este biologismo todavía impregna la ciencia y
cultura burguesa; todo se explica con genes y cromosomas, desde la
opresión de la mujer hasta la pobreza; para imponer en nuestras
cabezas que el presente orden es el “natural” y que toda lucha
por otra sociedad por tanto es inútil y “contrario a la
naturaleza”.
El racismo tampoco es específico de los
movimientos fascistas. Fue la reacción inglesa la que abrió la
marcha en cuanto a la teoría y práctica racista durante la última
parte de los años 1800; personas como Cecil Rhodes y Houston Stuart
Chamberlain tomaron la delantera con sus teorías de la hegemonía de
la raza blanca, y los genocidios y campos de concentración de los
ingleses en Africa han sido el modelo de los fascistas alemanes. Las
otras potencias imperialistas han seguido el mismo camino, y hasta la
Segunda Guerra Mundial la mayoría de estos países se han dedicado a
la biología de razas o variantes de esta “ciencia” en gran
escala (Suecia incluido, bajo régimen socialdemócrata). Aunque fue
más controversial y delicado hacer estas actividades después de la
guerra, los imperialistas no han terminado con tal “ciencia”. Un
ejemplo es el libro famoso “The Bell Curve” de 1994, de Charles
Murray y Richard Herrnstein (Murray está cercanamente ligado a los
“think tanks” que han sido parte de elaborar la política
estadounidense desde Reagan), el cual con cifras y diagramas trata de
mostrar las diferencias en inteligencia entre las diferentes “razas”
y así explicar la pobreza y otros problemas en EE.UU. Ver como los
fascistas utilizan el racismo en acuerdo con sus necesidades del
momento. La teoría sobre la conspiración judía/bolchevique era
oportuna en un momento específico, mientras hoy una gran parte de
los grupos fascistas de tipo “neo-nazi” toman posición por
Israel y han inventado la teoría de la “invasión musulmana” –
con el mismo objetivo: combatir la clase obrera y los pueblos del
tercer mundo. Los nuevos partidos “antiinmigrantes” en Europa
presentan su racismo en la forma de “lucha entre diferentes
culturas”, mientras los otros partidos burgueses esconden su
racismo con la llamada “multi-cultura” – pero el objetivo sigue
siendo el mismo.
El
chovinismo nacional
principalmente
sirve a dos objetivos: 1) presentar la agresión imperialista, las
guerras de conquista y de repartición, como heroicas y justas, como
reacción contra el odio de la clase obrera y el pueblo contra estas
guerras, y 2) tratar de crear la unidad falsa, por encima de las
clases, por la “patria” imperialista para así esconder la lucha
de clases.
Estos son algunos de los rasgos recurrentes del
fascismo. Como vemos, en general no son específicos del fascismo,
sino son partes de la ideología burguesa durante el imperialismo en
general – pero que mediante el fascismo se expresan en forma más
abierta y sistemática. El fascismo utiliza esos rasgos en las formas
y grado que sirve a sus objetivos políticos.
El
Corporativismo
El
fascismo expresa por un lado la necesidad de la gran burguesía de
represión y terror contrarrevolucionarios para reprimir a la clase
obrera y el pueblo, y por otro lado su necesidad de crear entre las
masas una falsa unidad, por encima de las clases, en favor de la
dictadura burguesa y en contra de la revolución. Los movimientos
fascistas se camuflan como “revolucionarios” para capitalizar la
voluntad revolucionaria de diferentes clases entre el pueblo, y
utilizan atributos y consignas tomadas del movimiento proletario u
otros movimientos populares (ver el “nacionalsocialismo” de los
fascistas alemanes, la llamada “revolución” de Velasco en Perú,
la “Revolución Bolivariana” de Chávez en Venezuela, o como los
llamados “nacionalistas autónomos” en Europa hoy toman el estilo
y las consignas de la “izquierda”). Característica del fascismo
es la palabrería de “anti-capitalismo”, “ni derecha ni
izquierda”, “ni capitalismo ni socialismo” – una demagogia
que apunta a esconder el hecho que el fascismo es para garantizar el
poder absoluto de la gran burguesía. Un ejemplo muy ilustrativo de
esta política es la tesis de Jruschov del “Estado de todo el
pueblo” y “Partido de todo el pueblo” – y nota que cuando el
Presidente Mao definió la Unión Soviética socialimperialista como
una “dictadura de tipo Hitler”, no fue por casualidad.
El
corporativismo es “el montar el Estado en base a corporaciones, lo
cual implica la negación del parlamentarismo” (Presidente
Gonzalo). Es decir el poder de la gran burguesía organizado a través
de organismos con representantes de diferentes estamentos, gremios, u
otros grupos, los cuales con su “competencia de expertos” y en
“acuerdo” toman decisiones políticas – en lugar de
representantes elegidos en elecciones, como en el parlamentarismo
burgués (ver que ambas formas sirven a mantener la dictadura
burguesa). Ejemplos de tales organismos corporativos son los
sindicatos fascistas en Alemania bajo Hitler e Italia bajo Mussolini,
así como los “comités de autodefensa”, “comités de
desarrollo”, COFOPRI, FONCODES, INADE etc. en Perú. La
socialdemocracia (socialfascismo como dice Lenin) en países como
Alemania o Suecia también desarrollan, especialmente desde el fin de
la segunda guerra mundial, un corporativismo claro y manifiesto; el
llamado “modelo sueco”, “el espíritu de Saltsjöbaden” es un
ejemplo muy claro de este “acuerdo” entre las clases, lo que en
realidad es acuerdo entre las facciones de la burguesía y sus
lacayos, bajo la supervisión del Estado y en favor de la gran
burguesía. Son ejemplos que muestran que “la negación del
parlamentarismo” no necesariamente implica la abolición de los
parlamentos o de elecciones, sino que esta negación se expresa
también en el poder del ejecutivo, en el fracaso total de la ilusión
de democracia parlamentaria etc.
La reacción, incluso
los mismos fascistas, muchas veces pretende presentar el
corporativismo como un híbrido de capitalismo y socialismo, o un
sistema ni capitalista ni socialista, o hasta presentarlo como una
forma de socialismo (“socialismo democrático” en las palabras de
la socialdemocracia). Eso es parte de la demagogia de los fascistas
para engañar al pueblo, y de los demás reaccionarios de hoy para
decir que “socialismo y fascismo son iguales”. En ambos casos, es
una propaganda vulgar en la cual los mismos reaccionarios tampoco
creen; un examen superficial de cualquier régimen fascista es
suficiente para ver que el fascismo significa más genocidio y más
represión contra el proletariado y el pueblo, especialmente contra
los revolucionarios y comunistas, y más ganancias para la gran
burguesía.
El corporativismo expresa la necesidad de la gran
burguesía de proteger los intereses de toda la gran burguesía, como
clase, contra la revolución y en pugna con la gran burguesía de
otros países. Expresa la necesidad de manejar la lucha entre
individuos, grupos o facciones dentro de la gran burguesía del país,
para salvar el dominio de toda la gran burguesía. Por eso, a cierto
grado, el régimen fascista utiliza el Estado para imponer planes y
dar directivas a las empresas de la gran burguesía – pero no
pueden evitar “la anarquía del capitalismo” como dice Lenin, y
no pueden evitar las crisis de producción que son inevitables en el
capitalismo. En realidad, el régimen fascista es un instrumento de
las empresas de la gran burguesía, y por eso, el uso del término
“economía planificada” utilizado por la reacción tampoco
corresponde al fascismo.
La
teoría de “totalitarismo”
El
concepto de “totalitarismo”, así como el de “autoritarismo”,
es un invento de la reacción para atacar el socialismo, diciendo que
fascismo y socialismo son iguales. Originalmente, fue un término
usado por los fascistas italianos para describir su sistema, y
después diferentes teoréticos reaccionarios, como Borkenau
(renegado del Partido Comunista de Alemania), Karl Popper y Hannah
Arendt lo han sistematizado para utilizarlo como parte de la
propaganda imperialista contra los países socialistas, y ha sido
popularizado y difundido desde entonces en el mundo académico así
como en la cultura – el ejemplo más famoso siendo la novela “1984”
del trotskista Orwell. Antes de la II Guerra Mundial, la burguesía
en EE.UU. y los demás potencias imperialistas tenía una actitud
positiva frente a los regímenes fascistas en Alemania e Italia,
porque esperaban que ellos podrían acabar con la “amenaza
comunista” en el mundo – pero después, cuando se encontraban en
pugna abierta y guerra con el imperialismo alemán y el imperialismo
italiano por el dominio mundial, fue muy oportuno inventar el
concepto de “totalitarismo”. En síntesis, es un concepto que
niega el carácter de clase del Estado y se basa en la idea de que el
poder del pueblo o del proletariado es imposible, que es un mito y
una política que solo lleva a terror y opresión cuando se intenta
realizarla – es decir el “totalitarismo” es una patraña para
ocultar ante las masas los avances enormes de los pueblos en los
países socialistas, ocultar el verdadero carácter del fascismo, y
así promover la dictadura eterna de las clases explotadoras y del
imperialismo.
El
fascismo de hoy
Como
vemos de varios ejemplos arriba, el fascismo sigue existiendo en
diferentes formas en el mundo actual, en los países imperialistas
así como en el tercer mundo. El imperialismo cuenta con regimenes
fascistas en naciones oprimidas para garantizar su control de estos
países; el fascismo en Perú es un ejemplo claro, un fascismo
adaptado a combatir una guerra popular. En América Latina se expresa
claramente el uso de “gobiernos revolucionarios” como el de
Chávez, que se presentan como “anti-imperialistas” y hasta
“izquierdistas”, cuando están sujetados al imperialismo,
principalmente yanqui, y reprimen todo movimiento popular o
revolucionario como corresponde a regimenes fascistas.
En
Europa, el imperialismo sigue utilizando las formas corporativas y se
expresa cada día más la negación de las libertades y derechos
burgueses. Aunque ahora no se utiliza a la socialdemocracia como
antes, se expresa claramente la crisis del parlamentarismo, la
represión (y los partidos socialdemócratas, que tienen una larga
historia de represión y terror contra el pueblo, en varios casos son
los iniciadores y los defensores principales de
la represión
intensificada y el control de la población, como en Suecia).
Al
mismo tiempo, nuevos partidos fascistas “del viejo tipo” han
entrado en los parlamentos en toda Europa (PVV en Holanda, NPD y DVU
en Alemania, DF en Dinamarca etc. etc.). Tienen sus raíces en las
facciones más racistas de los otros partidos, y en los grupos
“neo-nazi”. Todos estos tienen un papel específico para la clase
dominante. Para la burguesía, los “neo-nazis” y “extremistas
de derecha” sirven como tropas de asalto contra los revolucionarios
y comunistas, y contra protestas populares, y los partidos
mencionados están en los parlamentos para hacer el trabajo sucio de
introducir una política más racista, y así la política racista de
los otros partidos parece un poco “más suave”.
Como
combatir el fascismo
Los
revolucionarios y comunistas no debemos dejarnos sorprender por el
fascismo, sabiendo que la represión, la violencia
contrarrevolucionaria y la negación de derechos democráticos no son
excepciones sino son inevitables e inherentes del imperialismo. Por
eso, tenemos que combatir las posiciones de liquidacionismo que dicen
que “no se puede hacer trabajo revolucionario bajo el fascismo”.
Tampoco podemos aceptar la posición que toma el fascismo como
pretexto para plantear un llamado “frente único” por encima de
las clases, tergiversando la tesis marxista del frente único como un
frente de las clases revolucionarias, un frente para hacer la guerra
popular. Lo que corresponde es combatir la dictadura de las clases
explotadoras con guerra popular como forma principal de lucha. Toda
la experiencia de la revolución proletaria mundial nos muestra que
tenemos que rechazar y aplastar la idea de solo “usar los métodos
legales y pacíficos” hasta cuando el enemigo comienza a aplicar el
fascismo, es decir hasta el momento cuando ya no es posible. La clase
obrera, sus Partidos Comunistas y los países socialistas siempre han
sido la vanguardia y los luchadores más consecuentes e
irreconciliables en la lucha contra el fascismo – y tenemos la
responsabilidad de seguir luchando en este espíritu contra el
fascismo así como contra todo el imperialismo, la reacción y el
revisionismo.
Citas:
"En
cuanto a su corporativismo. Entendemos por corporativismo el montar
el Estado en base a corporaciones, lo cual implica la negación del
parlamentarismo, es una cuestión esencial que ya Mariátegui la
destacó en "Historia de la crisis mundial", él nos decía,
la crisis de la democracia burguesa se expresa claramente en la
crisis del parlamentarismo; si uno ve aquí el Parlamento, si bien es
cierto que en las últimas décadas ha sido el Ejecutivo el que ha
dado las leyes más importantes del país, es en este gobierno
aprista donde más ha sido el Ejecutivo el que ha acaparado todas las
leyes fundamentales que ha dado para sus fines, no hay ninguna ley
importante que haya dado el Parlamento, eso es real y todo ha sido
darle facultades al Ejecutivo para que haga y deshaga. Todo es una
negación del parlamentarismo."
(Entrevista con el Presidente
Gonzalo)
"Otro
punto del socialismo científico de importancia para Mariátegui es
la crisis de la democracia burguesa cuyos síntomas se percibían
desde antes de la I Guerra y cuyas causas ve en "el
acrecentamiento y la concentración paralelos del capitalismo y del
proletariado"; así el desarrollo del monopolio, característica
del imperialismo, y el cuestionamiento del orden burgués por el
proletariado son las causas de la crisis de la democracia burguesa.
Profundizando el problema destaca que, bajo el régimen burgués la
industria se desarrolló extraordinariamente al impulso de la máquina
habiendo "surgido enormes empresas industriales" y como las
formas políticas y sociales son determinadas por la base que la
sustenta concluye: "La expansión de estas nuevas fuerzas
productivas no permite la subsistencia de los antiguos moldes
políticos. Ha transformado la estructura de las naciones y exige la
transformación de la estructura del régimen. La democracia burguesa
ha cesado de corresponder a la organización de las fuerzas
económicas formidablemente transformadas y acrecentadas. Por esto la
democracia está en crisis. La institución típica de la democracia
es el parlamento. La crisis de la democracia es una crisis del
parlamento".
(PCP-Comité
Central,
Retomemos a Mariátegui y reconstituyamos su Partido, 1975)
En
la historia de la humanidad, toda fuerza reaccionaria que está a
punto de perecer se lanza invariablemente a una última y desesperada
embestida contra las fuerzas revolucionarias, y sucede a menudo que
algunos revolucionarios se dejan engañar durante cierto tiempo por
este poderío aparente que encubre la debilidad interna, y no logran
ver el hecho esencial de que el enemigo se aproxima a su fin, en
tanto que ellos mismos se acercan a la victoria. El surgimiento de
las fuerzas fascistas y las guerras de agresión que han venido
sosteniendo desde hace algunos años, constituyen precisamente la
expresión de esa última y desesperada embestida.
(Pdte Mao
Tse-tung,
El punto de viraje de la Segunda guerra mundial, 1942)