miércoles, 24 de abril de 2013

CINE PROLETARIO - A.W. LUNATCHARSKY


EL CINE REVOLUCIONARIO RUSO
(A. W. LUNATCHARSKY)

La guerra y la revolución de febrero de 1917 dieron un golpe mortal al arte cinematográfico —mediocre— de la Rusia zarista. La guerra civil y el hambre casi le destruyeron por, completo. Y la producción de films, durante los primeros años que siguieron a la revolución, no vale la pena ni de mencionarla. La exportación de películas extranjeras fue casi completamente interrumpida. Y el número de salas destinadas al espectáculo cinematográfico apenas llegaba a las quinientas.
Solamente después de la guerra ruso-polaca y después de la liquidación de la catástrofe del hambre, comenzó en el país de nuestra Unión a florecer la cinematografía, al mismo tiempo en que se apuntaba a un rápido refuerzo económico y cultural.
Ante todo es necesario reconocer también que un interés elevado del público se hacía remarcar hacia esta clase de espectáculo. Al mismo tiempo, había la posibilidad —material y cultural— de prestar una atención al arte del cinema, al que el sutil Lenin —que sabía ver desde lejos— clasificaba como la mayor de las fuerzas en el dominio del arte, al que significaba como un gran medio de propaganda cultural y revolucionaria — que podría ser insustituible —siempre que se se colocase en manos adecuadas.
Así se desenvolvió poco a poco nuestra producción, que comenzó a fortificarse en su aspecto técnico, artístico e ideológico. Hacia 1925-26, podía constatarse ya que el film soviético interesaba al gran público tanto como el film extranjero. En seguida, él mismo se encargó de demostrar que la frecuentación de los films soviéticos superaba en mucho a la frecuentación de los films exteriores. Hay que confesar, no obstante que el nuevo aspecto de nuestro arte cinematográfico y su éxito no eran claros del todo para el gobierno, ni para la crítica, ni para el público. La opinión predominante era la de que todavía estábamos sentados sobre una clase preparatoria y que era demasiado pronto para hablar de algunas conquistas. El joven S. M. Eisenstein, inspirado en el nuevo espíritu, y conocido ya como un «metteur en scene» interesante y próximo al futurismo del teatro por la cultura proletaria (Prolelkult), se esforzó —siguiendo las instrucciones de esta sociedad— en pronunciar una nueva palabra para su «mise enscene» original en su film La huelga -film en el que se nota la ausencia del argumento habitual. Del héroe y de la heroína cinematográficos.
Eisenstein demostró sin duda alguna en este film una maestría incontestable. Sin embargo, La huelga paso relativamente inadvertida para todos, menos para los directores más sutiles de nuestra industria cinematográfica, que se dieron perfecta cuenta del talento agudo y robusto de Eisenstein.  Ellos quisieron encargarle de la formación de una especie de gran crónica artística que produjera los instantes más importantes de nuestra revolución.
Este proyecto quedó irrealizado. Hasta un cierto punto, este deseo cristalizó en el film de Eisenstein Diez días que conmovieron al mundo. Como una muestra magnifica de esta pieza presentada al principio, se dio luego El acorazado «Potemkin».
Al pronto, no se comprendió en Rusia toda la fuerza revolucionaria de este gran film, ni toda la novedad técnica. Solamente tras el eco alemán pudimos darnos cuenta de los progresos de nuestro arte cinematográfico.
Desde este momento comienza la línea ascendente de nuestra creación cinematográfica. Los viejos directores sintieron un nuevo terreno bajo sus pies y crearon algunos films fuertemente revolucionarios como Cruz y escamoteador, de Yardin, o como ese otro film -extraño por su economía artística y profundidad de aventuras (acontecimientos)- de Protosanoff, titulado El 41. Una pléyade de maestros de la dirección se presenta sobre el terreno, entre los cuales (una “estrella”) un “astro” tan auténticamente creador como Poudovkín, brillaba con luces propias.
No podía hacerse otra cosa sino regocijarse por el fuerte crecimiento de nuestra producción; por la rápida reconquista de la técnica europea  -por parte de nuestros operadores- y, ante todo, por la aparición —prolongada siempre —de nuevas y magnificas obras cinematográficas. (La Madre y El fin de San Petersburgo, de Poudovkin; algunas realizaciones punteadas, de Koubchoff; Las alas del esclavo, de Jurit Taritch; B. i. S. y La Asociación del gran negocio, de la joven camaradería de directores ‘Fex’, etc.) Sin embargo, es necesario hacer constar que, a pesar de todo, ni nuestro público ni nuestra crítica, demostraron —en su conducta positiva ante la nueva producción una compresión suficiente ante lo que se había obtenido como nuevo. Mejor diríamos que, mientras que una minoría de interesados por el cinema indicaron con soberbia lo que se había obtenido. Una gran parte de los críticos y del público expresaba impacientemente su insuficiencia y descargaban contra nuestros realizadores cinematográficos toda una serie de protestas y condenaciones.
Es cierto que una gran parte de estos ataques estaba justificada por los defectos de organización en nuestros dominios cinematográficos, que no han sido eliminados más que poco a poco por parte de nuestro gobierno. Por otra parte. Fueron provocadas por el deseo de expulsar de nuestro cinema, cuanto fuese posible, las malas películas europeas y americanas, que —como debíamos reducirnos a lo barato- no eran más que una mercancía de importación en buenas condiciones sobre la que muy raramente se encontraba un buen film extranjero. Finalmente, estos ataques los inspiraba el deseo de dar a nuestra cinematografía, lo más pronto posible, un carácter artístico: agitador, fuertemente revolucionario.
Inspirado en esto, el Comité central del Partido Comunista convocó una gran conferencia del cinema. En ella, los «grupos de izquierda» pintaron el estado de nuestra cinematografía con unos colores sombríos y señalaron, como puntos importantes de su programa cinematográfico, el desarrollo de las actualidades semanales, del cinema cultural y, también, del film artístico. En este caso, el film artístico debe abarcar los temas políticos y revolucionarios; debe reflejar la nueva forma de vivir en nuestra aspiración de nuevas formas e incluir —claramente— todos los problemas de nuestro trabajo creador, industrial y agrícola.
No hay duda alguna de que esta crítica acerada —que era injusta en su severidad- ha sido, por otra parte, extremadamente útil: fue ella quien subrayó lo que en nuestra cinematografía forma su verdadera fuerza interior.
La conferencia del Comité central del Partido Comunista ha depurado en mucho la atmósfera organizadora de nuestro organismo cinematográfico. En su punto de vista ideológico realizó con gran severidad una labor depuradora en la elección de temas, que ha dado como cociente el que se destaquen más frecuentemente las tendencias fundamentales interiores de nuestro cinema.
Claro que todo esto no se hizo sin algunas exageraciones. Un poco intimidados por la crítica, nuestros realizadores pasaron por una ruda restricción en la elección de la materia y comenzaron a acentuar fuertemente sus tendencias. Mientras una obra de arte quiera entusiasmar y adiestrar a su público con soltura y naturalidad, su tendencia debe ser ocultada interiormente y ligar todo en una forma orgánica. Parecidas exageraciones van a ser, entre tanto, eliminadas por la vida misma. Muy pronto esta verdad va a demostrarnos que nuestro arte cinematográfico quedará abierto a todos los temas del cielo y de la tierra; a todos los temas del pasado, del presente y del porvenir, y que la particularidad de nuestro arte proletario subsistirá menos en la elección específica de la materia que en la proyección particular de luz, solamente posible a las diversidades infinitas de la vida.  Naturalmente, nuestra cinematografía tiene ya algunos rasgos que son originales en un alto grado y que —como espero- no perderá terreno, sino que, por el contrario, ha de ganarlo y desarrollarse.
Es una gran cualidad esencial el que nuestro cinema no se adjudique como objetivo la distracción de algunas gentes más o menos ingenuas 0 más o menos fatigadas. Hasta las representaciones externas del film de agitación (de propaganda) no se descarría hasta ese piano que exige que el lado artístico del film deba atrasarse, o retirarse. El arte debe ante todo hablar de los otros. Ante todo cada película debe afirmar. Emocionar y ofrecer un verdadero goce. Pero ¿por qué medios? ¿De qué forma?
Uno de los personales más importantes de Norteamérica —Mr. Schenk— asegura que el público americano desea “exclusivamente distracción y diversión”. A mí me pareció siempre que con tales declaraciones manifiesta una no comprensión de los verdaderos deseos del público. y hasta puede serque con la intención de colocar a los espectadores sobre el nivel habitual de sus ideas inexactas sobre la «distracción». Toda la fuerza “distrayente” del arte se precisa en el reflejo concentrado y claro del interior de la realidad. El que pretenda que las grandes obras de los genios creadores y de los talentos profundos no pueden interesar a la masa del público. Es porque él mismo no es accesible más que a las novelas blancas y sentimentaleras y a los melodramas absurdos. A mi juicio, quien tal hace calumnia al público o, más exactamente, las posibilidades culturales o artísticas que pueda ofrecer. Nuestro arte cinematográfico posee, como la crítica renombrada de Berlín —Kerr lo ha dicho en el prefacio del libro El film soviétIco—, un carácter entusiasta y anunciador. Yo tengo que decir alguna cosa. Yo poseo una formidable reserva ética y visionaria.
El segundo rasgo del carácter de nuestro cinema es el realismo flexible y vivo propio de nuestros pueblos. No solamente nuestros mejores directores,  nuestros actores más eminentes, nuestros operadores sino hasta el más insignificante de nuestros comparsas, de nuestros tipos fragmentarios, sabe vivir airosamente ante el aparato y puede transmitir con una gran naturalidad, con una simplicidad extraña lo que produce después esa especie de captación inmedita, que frecuentemente sobrepasa en mucho hasta lo que la producción es capaz de crear en sus mejores excepciones.
El Gobierno de los Soviets ha reconocido la gran importancia del cine como obra de industria y de arte. Yo mismo pasé la orden para la construcción de dos grandes estudios que están provistos y equipados con los más modernos procedimientos de la nueva técnica. Al mismo tiempo, autoricé la construcción de una gran fábrica de producción de película virgen.
Un pulso vivo late sobre nuestra cinematografía. Un porvenir luminoso y fuerte le ha sido reservado.
 («Nuestro Cinema” núm. 1, Junio 1932)



jueves, 18 de abril de 2013


NOTAS SOBRE EL CINEMA SOVIÉTICO


Ramón J. Sender, uno de nuestros primeros escritores que han puesto su pluma al servicio de la cultura y la clase proletaria. ha realizado últimamente un viaje de estudios por la Unión Soviética. Sus impresiones objetivas y subjetivas, su entusiasmo por la obra que están llevando a cabo los soviets en U.R.S.S. han quedado grabados en el diario madrileño La Libertad y han merecido el aplauso unánime y justo del proletariado español que ha visto en Sender a un defensor de su clase.
A su regreso de la Unión Soviética, Ramón J. Sender nos ha visitado en París. NUESTRO CINEMA ha solicitado sus impresiones sobre el cine soviético y sobre el cine en Rusia. Sender ha correspondido a nuestro deseo y nos ha concretado estas notas que tanto le agradecemos y con tanto placer ofrecemos a nuestros lectores.
N.C.


El cinema soviético podía ser un elemento de primer orden en la balanza comercial soviética si cuidaran más la producción para los mercados de los países capitalistas. Yo he visto obras sencillamente magníficas que no pueden exhibirse fuera de Rusia por razones políticas. Y es una lástima, porque en ellas hay lecciones técnicas a veces formidables.

   De modo general, lo característico. a mi juicio, es que han eliminado los factores eróticos o los han reducido a segundo o tercer término. Coincide con lo que acabamos de decir, la ausencia de lo sentimental en todos los aspectos. Se sustituye por la pasión social y política. Pero también esto está limitado cuidadosamente para evitar el peligro del «monumentalismo». Ya se ha visto que en esa manía de lo monumental cae de lleno el cine fascista.

   Con estos elementos y la casi eliminación del actor profesional, se logran films soberbios en las películas «de composición». En los documentales «de masas» no pueden ser igualados por ningún país, y eso no hace falta explicarlo. Esos dos géneros, en los que el cine soviético como el cine comercial burgués se divide, se consideran en la Unión como un arma más de lucha de clases. Los  realizadores jóvenes. Trauberg, Youtkevitch, Ermler, han dado obras maestras, algunas de las cuales son conocidas fuera de Rusia. Los viejos, como Eisenstein, son ya de solera clásica.

   Se proyectan también en los cines de Moscú y de las grandes ciudades algunos films de importación. Hemos visto en el cine Udarnic una película americana que hace años vimos aplaudir a la pequeña burguesía madrileña. La película era una «alta comedia». Gentes de frac, salones, conflicto sentimental y boda con los tipos característicos: el viejo soltero y cínico, la dama de alcurnia, el hijo heroico que vuelve de la guerra. El público lo componían obreros, soldados y campesinos –todos  son una de esas tres cosas en la Unión-, y ante las escenas más sentimentales y más patéticas reían como si se tratara de un film de Charlot. Hasta tal punto ha sido educada ya la sensibilidad del espectador de cine por la producción soviética.

   Técnicamente, el contraste de las películas americanas que se exhiben allá, con las soviéticas, no puede ser más desfavorable para aquéllas. El público lo percibe con fruición.

   Hay una critica rigurosa de los films desde todos los puntos de vista. Se desperdicia mucho celuloide porque, con justicia, se considera la pantalla como un formidable elemento educador. Las películas documentales son expuestas a una  «crítica de masas». Yo recuerdo un documental de la guerra en la frontera china, en donde hubo que cortar todo lo que significaba «composición». El documental debía ser un reflejo fiel de los hechos. Había también cierta fruición heroica que por indicación de los espectadores hubo que suprimir porque se prestaba al «monumentalismo». El sentido crítico de las masas de cine, allí es cada día más agudo y se le educa técnicamente desde la Prensa profesional. Yo he visto en el cine soviético reflejadas todas las modalidades de la organización social soviética. En especial la altura técnica y el sentido de la eficacia política.

   Dentro de la Unión el cine soviético representa un triunfo artístico que recuerda aquella certera previsión de Lenin: «El cine será el nuevo arte soviético». Esa previsión está totalmente realizada. Yo creo, sin embargo, que ahora que el  mercado europeo está amenazado por el cine fascista, el cinema soviético debía salir de las fronteras y dar la batalla fuera. Su triunfo sería seguro.


Ramón J. SENDER
Nuestro Cinema» núm. 13. Octubre 1933)

martes, 9 de abril de 2013

LA LUCHA CONTRA EL OPORTUNISMO - J. STALIN


J. STALIN

La lucha contra las desviaciones derechistas y “ultraizquierdistas”


[…]


II
Me parece que, en el problema de la lucha ideológica en el seno del Partido, Hansen predica una moral de cura, completamente inadecuada en un Partido Comunista. Por lo visto, no está contra la lucha ideológica, pero quisiera  sostener esa lucha de modo que no resultase ningún descrédito para los jefes de la oposición. Debo decir que semejante lucha no existe bajo la capa del cielo. Debo decir que el que admite la lucha sólo a condición de que no se comprometa en lo más mínimo a los jefes, niega, de hecho, la posibilidad de toda lucha ideológica en el seno del Partido. ¿Debemos poner al desnudo los errores de estos o aquellos dirigentes del Partido? ¿Debemos sacar esos  errores a la luz del día para que sea posible educar a las masas del Partido en los errores de los dirigentes? Yo creo que sí. Yo creo que no hay otros caminos para corregir los errores. Yo creo que el método de disimular los errores no es nuestro método. Pero de esto se infiere que la lucha en el seno del Partido y la corrección de los errores no pueden transcurrir sin que se comprometa de un modo u otro a estos o aquellos jefes. Quizá sea lamentable, pero no hay más remedio, ya que no podemos luchar contra lo inevitable.
Hansen pregunta: ¿debemos, en general, luchar tanto contra los  “ultraizquierdistas” como contra los derechistas? Claro que sí. Hace ya mucho que hemos resuelto este problema. No es eso lo que se discute. ¿En la lucha contra qué peligro debemos ahora hacer hincapié en dos Partidos distintos, en el francés y en el alemán, que no se encuentran en estos momentos en idéntica situación? Eso es lo que se discute. ¿Es casual que los franceses hayan presentado en el Presídium del C.E. de la I.C. una resolución contra los derechistas, y los alemanes una resolución contra los “ultraizquierdistas”? ¿Se habrán equivocado los franceses al hacer hincapié en la lucha contra los derechistas? ¿Por qué Hansen no ha intentado, entonces, presentar en el Presídium una contrarresolución sobre la lucha contra los “ultraizquierdistas” en Francia? ¿Se habrán equivocado los alemanes al hacer hincapié en la lucha contra los “ultraizquierdistas”? ¿Por qué Hansen y Ruth Fischer no han intentado, entonces, presentar en el Presídium una contrarresolución que hiciera hincapié en la lucha contra los derechistas? ¿Qué sucede? Sucede que no estamos ante el problema abstracto de la lucha contra los derechistas y los “ultraizquierdistas” en general, sino ante el problema concreto de las tareas inmediatas del Partido alemán en el momento presente. Y la tarea inmediata del Partido Comunista Alemán es vencer el peligro “ultraizquierdista”, como la tarea inmediata del Partido Comunista Francés es vencer el peligro derechista.

¿A que obedece, por ejemplo, el hecho bien conocido de que los Partidos Comunistas de Inglaterra, de Francia y de Checoslovaquia tengan ya importantes puntos de apoyo en el movimiento sindical de sus países, que se hayan abierto ya camino hacia las amplias masas de la clase obrera y que comiencen a ganarse la confianza, si no de la mayoría, sí de considerables masas de la clase obrera, mientras que en Alemania las cosas marchan todavía, en este sentido, muy despacio? Obedece esta circunstancia, ante todo, a que en el Partido Comunista Alemán todavía son fuertes los “ultraizquierdistas”, que aun ven con escepticismo los sindicatos, la consigna de frente único, la consigna de ganar a los sindicatos. Todos saben que los “ultraizquierdistas” defendían aún no hace mucho la consigna de “fuera de los sindicatos”. Todos saben que entre los “ultraizquierdistas” todavía no han desaparecido por entero hasta el presente las supervivencias de esa consigna antiproletaria. Una de dos: o el Partido Comunista Alemán logra extirpar rápida y resueltamente los prejuicios de los “ultraizquierdistas” en la cuestión de los métodos de trabajo entre las masas, derrotando en toda la línea, derrotando ideológicamente al grupo de Scholem; o no logra hacerlo, en cuyo caso la crisis en el Partido Comunista Alemán puede tomar un rumbo muy peligroso.
Se dice que en el campo de los “ultraizquierdistas” hay honrados obreros revolucionarios, a quienes no se debe ni conviene apartar. Esto es muy cierto. Tampoco nosotros proponemos que se les aparte. Y en vista de ello, tampoco incluimos en nuestro proyecto de resolución ninguna propuesta de apartar o de expulsar del Partido a los “ultraizquierdistas”, quienesquiera que sean, y mucho menos a los obreros. Pero ¿cómo se puede elevar a estos obreros hasta el nivel de conciencia del Partido leninista? ¿Cómo se les puede salvar de los extravíos en que se debaten ahora, por culpa de los errores y de los prejuicios de sus jefes “ultraizquierdistas”? Para eso existe sólo un procedimiento: el procedimiento de desautorizar políticamente a los jefes “ultraizquierdistas”, el procedimiento de poner al desnudo los errores “ultraizquierdistas” que desorientan a los obreros revolucionarios honrados y que les impiden emprender un ancho camino. ¿Podemos admitir, en las cuestiones de la lucha ideológica en el Partido y de la educación política de las masas, el podrido juego diplomático, la disimulación de los errores? No, no podemos. Eso sería engañar a los obreros. ¿Cuál es en tal caso, la salida? La única salida es poner al desnudo los errores de los jefes “ultraizquierdistas” y ayudar, de ese modo, a los obreros revolucionarios honrados a encontrar el camino acertado.

Se dice que el golpe contra los “ultraizquierdistas” puede suscitar la acusación de que el Partido Comunista Alemán se ha desviado hacia la derecha. Todo  eso son nimiedades, camaradas. En 1908, en la Conferencia de toda Rusia del Partido[4], cuando Lenin luchaba contra los “ultraizquierdistas” rusos, y los derrotó en toda la  línea, también había entre nosotros gentes que acusaban a Lenin de derechismo, de haberse desviado hacia la derecha. Sin embargo, todo el mundo sabe ahora que Lenin llevaba entonces razón, que su punto de vista era el único revolucionario, y que los “ultraizquierdistas” rusos, que hacían gala entonces de frases “revolucionarias”, eran, en realidad, unos oportunistas.
No debe olvidarse que los derechistas y los “ultraizquierdistas” son, en realidad, hermanos gemelos y que, en consecuencia, ocupan una posición oportunista, con la diferencia, sin embargo, de que los derechistas no siempre ocultan su oportunismo, mientras los izquierdistas siempre encubren su oportunismo con una fraseología “revolucionaria”. No podemos trazar nuestra política sobre la base de lo que digan de nosotros unos chismosos o unos filisteos. Debemos ir por nuestro camino con paso firme y seguro, sin importamos los chismes que puedan inventar contra nosotros gentes ociosas. Los rusos tienen un buen proverbio: “Los perros ladran, pero la caravana pasa”. No estaría de más que recordáramos este proverbio: puede sernos útil más de una vez.

Ruth Fischer dice que en el futuro puede plantearse en el Partido Comunista Alemán el peligro de derecha como problema inmediato del Partido. Es muy posible y hasta probable. Pero ¿que se deduce de ello? Ruth Fischer hace de esto la extraña deducción de que el golpe contra los “ultraizquierdistas” en Alemania, que ya ahora constituyen un peligro real, debe atenuarse, y que el golpe contra los derechistas, que pueden crear un grave peligro en el futuro, debe ser reforzado ya ahora. No cuesta trabajo comprender que tal planteamiento de la cuestión es un tanto ridículo y esencialmente falso. Hasta esa ridícula actitud podía llegar sólo un grupo diplomático que nada entre dos aguas, el grupo de Ruth Fischer—Maslow, empeñado en atenuar la lucha del Partido contra los “ultraizquierdistas” y, de ese modo, salvar, sustraer del golpe, al grupo de Scholem. En esto reside exclusivamente el sentido de la propuesta de Ruth Fischer. Creo que también en Francia debe existir un grupo diplomático intermedio parecido; empeñado en encubrir con discursos melifluos a los elementos derechistas del Partido Comunista Francés. Por eso, la lucha contra los grupos diplomáticos intermedios, tanto en el Partido alemán como en el francés, es la tarea del día.

Ruth Fischer afirma que, si se aprueba la resolución contra los  “ultraizquierdistas” en Alemania, eso sólo puede agravar la situación en el seno del Partido. Yo creo que Ruth Fischer quiere dilatar la crisis en el Partido Comunista Alemán, prolongarla y convertirla en una crisis crónica. Por eso, no podemos seguir el camino de Ruth Fischer, a pesar de toda su diplomacia y de sus dulces palabras a propósito de la paz en el Partido.

Yo creo, camaradas, que en el Partido alemán han cristalizado ya serios elementos marxistas. Yo creo que el actual núcleo obrero del Partido Comunista Alemán constituye el núcleo marxista que necesita este Partido. La tarea del Presidium del C.E. de la I.C. es apoyar a ese núcleo y ayudarle en la lucha contra todas las desviaciones, y, en primer lugar, contra la desviación “ultraizquierdista”. Por eso debemos aprobar la resolución dirigida contra los “ultraizquierdistas” de Alemania.



Publicado el 18 de febrero de 1926 en el núm. 40 de “Pravda







[4] Se alude a la V Conferencia del P.O.S.D.R., que se celebró del 3 al 9 de enero de 1909 (del 21 al 27 de diciembre de 1908, según el cómputo antiguo) en París. En la Conferencia, Lenin y los demás bolcheviques lucharon en dos frentes: contra los mencheviques liquidadores y contra los otsovistas o “liquidadores de izquierdas”. A propuesta de Lenin, la Conferencia condenó enérgicamente el liquidacionismo de los mencheviques y otsovistas y trazó la línea táctica de los bolcheviques en el período de la reacción (v. El P.C.U.S en las resoluciones y acuerdos de los Congresos y Conferencias y de los Plenos del C.C.”, parte I, págs. 195-205, ed. En ruso 1953, e “Historia del P.C.(b) de la U.R.S.S.”, págs. 171-173, ed. En español, Moscú, 1947).

lunes, 1 de abril de 2013

SOBRE EL FASCISMO - REACCIÓN EN TODA LÍNEA



Sobre el fascismo – Reacción en toda  línea


Publicado en la web de la revista Sol Rojo del Partido Comunista de Perú (nº 36 – octubre de 2011)



El objetivo del presente artículo no es hacer un examen completo del fascismo y su historia, sino contribuir a una comprensión básica de qué es el fascismo y cómo se expresa en el mundo desde su aparición hasta hoy. Así queremos contribuir en dispersar las cortinas de humo difundidos por la reacción en cuanto a este tema, y armarnos con una comprensión marxista del fascismo para ser capaces de combatirlo. No vamos a revisar todos los ejemplos de regímenes fascistas, sino limitarnos a unos cuantos para ilustrar los puntos principales.

En primer lugar, la lucha contra el fascismo no es de ninguna manera inactual; los imperialistas y sus lacayos hoy como antes aplican el fascismo cuando lo necesitan. Por eso, para los comunistas y revolucionarios es necesario comprender qué es el fascismo, aplicando la ideología de la clase obrera y no dejarse engañar por las mentiras y distorsiones de la burguesía. Primero tenemos que partir de una definición marxista del fascismo. No es suficiente, sino directamente engañoso, usar el término fascismo para todo lo que es reaccionario y “antidemocrático”. Tampoco no podemos aceptar las definiciones burguesas que parten de conceptos como “autoritarismo” y “totalitarismo” (que veremos más abajo). Pero tampoco no tenemos porque comenzar “de cero”; En los clásicos del marxismo y en la historia del movimiento comunista internacional encontramos suficiente experiencia práctica y teoría marxista para ser capaces de definir el fascismo – y es nuestra tarea aplicar este conocimiento a la realidad concreta, no verlo como un dogma muerto.

Como hemos aprendido de las experiencias de la Tercera Internacional y su disolución, la lucha contra el fascismo y la aplicación de la política del frente único, y principalmente del Presidente Mao Tsetung y la revolución China, la definición “clásica” del fascismo hecho por Georgi Dimitrov no es suficiente. Él lo ha definido como “la dictadura terrorista abierta de los elementos más reaccionarios, chovinistas e imperialistas del capital financiero”. Una definición insuficiente porque no toma en cuenta el corporativismo como parte del fascismo, es decir la organización corporativa del Poder y la economía. El Presidente Gonzalo nos enseña: “Cuestionamiento del parlamento es una posición básica del fascismo que apunta contra estructura estatal demoburguesa tradicional, sustentada en la negación de los principios, libertades y derechos establecidos en el siglo XVIII, que postula la organización corporativa y potencia al máximo la violencia reaccionaria, todo en función de la más desenfrenada dictadura de clase de la burguesía (gran burguesía en nuestro caso) y en servicio del imperialismo”. (¡Que el equilibrio estratégico remezca más el país!, PCP 1991). Aquí tenemos una síntesis brillante y una definición más completa del fascismo, pero hay que recordar que ninguna definición concisa es suficiente para comprender un fenómeno – para eso se necesita una comprensión más profunda y una aplicación práctica de nuestra ideología en cada caso concreto. Por eso vamos a ver más en detalle los diferentes elementos del fascismo.
 

Dictadura de clase y democracia

Nuestro punto de partida cuando hablamos del fascismo debe ser la concepción marxista del Estado, es decir la dictadura de clase. Como Lenin dijo: “El Estado es una máquina para mantener la dominación de una clase sobre otra”. Es decir que cada sociedad donde existen clases, sin excepción, es una dictadura. Además, Lenin nos enseña que la existencia del Estado no solamente muestra que existen clases, sino que existen contradicciones irreconciliables entre estas clases, es decir, contradicciones que no se puede resolver con la conciliación de las clases antagónicas, sino solamente con la revolución. Bajo el capitalismo, cuando la burguesía tiene el poder, el Estado es el instrumento de la burguesía para mantener su poder y reprimir a las otras clases, principalmente el proletariado. En la revolución proletaria la clase obrera aplasta el Estado de la burguesía y construye el Estado proletario, la cual tiene entre sus objetivos reprimir a la clase burguesa y a todos los que quieren restaurar el capitalismo. Cuando lleguemos al comunismo, la sociedad sin clases, y no antes, puede y debe desaparecer el Estado. Diferenciamos entre sistema de Estado y sistema de gobierno: sistema de Estado indica que clase tiene el poder (y así la dictadura burguesa es el sistema de Estado en el capitalismo), mientras sistema de gobierno indica qué sistema esta clase utiliza para ejercer su dictadura (la democracia burguesa es un sistema de gobierno, el fascismo es otro).

El Estado cumple su papel en diferentes maneras, con leyes, control de la opinión pública a través de la educación y medios de comunicación etc. – pero en el fondo el poder del Estado siempre se basa en las fuerzas armadas, es decir en la violencia. Como parte de esta dictadura pueden existir varios grados de democracia; bajo la dictadura burguesa existen por tanto diferentes formas de democracia para la clase burguesa y todos los que sirven a su poder, pero no para la clase obrera y el pueblo. Bajo la dictadura proletaria existe democracia para la clase obrera y el pueblo, pero no para la camarilla de burgueses y reaccionarios. Pero no porque cada Estado basa su poder en la violencia, podemos reducir nuestra definición del fascismo a una cuestión de violencia y terror:

“En cuanto al problema de identificar fascismo con terror, con represión, nos parece que es un error, lo que pasa en este caso es lo siguiente: si uno recuerda el marxismo, el Estado es la violencia organizada, ésa es la definición que nos han dado los clásicos y todo Estado usa violencia porque es dictadura, si no ¿cómo contendría para oprimir y explotar?” (Entrevista con Presidente Gonzalo, PCP 1988)

Cuando funciona como desea la burguesía, la democracia parlamentaria burguesa, elevada a un ideal por los imperialistas, da la ilusión de influencia popular y baja la voluntad revolucionaria de los oprimidos – el problema es que esta democracia se encuentra en contradicción con el mismo sistema imperialista, para el cual es cada vez más difícil mantener siquiera esta farsa parlamentaria.


Origen del fascismo: imperialismo moribundo y reacción en toda la línea

“Que el imperialismo es el capitalismo parasitario o en descomposición se manifiesta, ante todo, en la tendencia a la descomposición que distingue a todo monopolio en el régimen de la propiedad privada sobre los medios de producción. (…) En cuarto lugar, "el capital financiero tiende a la dominación, y no a la libertad". La reacción política en toda la línea es rasgo característico del imperialismo”. (V.I. Lenin – El imperialismo y la escisión del socialismo, 1916)

Cuando la burguesía era una clase revolucionaria luchando contra la vieja clase dominante feudal, defendió las libertades y derechos burgueses, lucharon por la institución de la democracia y por las ideas progresistas de entonces del “valor igual de todos los seres humanos”. En general fue exitoso en su tarea de derrumbar la clase feudal y establecerse en el poder, el Estado burgués. Pero ya desde este momento ha sido claro que los nuevos soberanos no tenían “el bienestar de todo el pueblo” como su objetivo; las libertades y derechos que habían proclamado eran validos para ellos mismos, y en la práctica nunca podían ser válidos para la nueva clase de proletarios que surgió, porque la misma existencia de la clase burguesa y el capitalismo está basada en la explotación de este proletariado. La democracia burguesa y su parlamentarismo, se presentó como una forma adecuada para su dictadura, codo a codo con la ideología liberal.

Cuando el capitalismo alrededor de 1900 entró en su etapa imperialista, es decir su etapa superior, ultima y moribunda, entró en contradicción aún más aguda con las viejas ideas de la revolución burguesa. Cuando la “competencia libre” había sido barrida y la propiedad se centra cada vez más en las manos de unos cuantos monopolios, cuando la misma explotación ha generado una clase creciente de proletarios conscientes y revolucionarios, y cuando se cometen genocidios masivos en los países conquistados como parte de la expansión y repartición imperialista – es cada vez más difícil mantener ni siquiera una democracia limitada y justificar su dominio con frases de “igualdad de todos los seres humanos” o “libertad, igualdad y fraternidad”.

“Otro punto del socialismo científico de importancia para Mariátegui es la crisis de la democracia burguesa cuyos síntomas se percibían desde antes de la I Guerra y cuyas causas ve en "el acrecentamiento y la concentración paralelos del capitalismo y del proletariado"; así el desarrollo del monopolio, característica del imperialismo, y el cuestionamiento del orden burgués por el proletariado son las causas de la crisis de la democracia burguesa. Profundizando el problema destaca que, bajo el régimen burgués la industria se desarrolló extraordinariamente al impulso de la máquina habiendo "surgido enormes empresas industriales" y como las formas políticas y sociales son determinadas por la base que la sustenta concluye: "La expansión de estas nuevas fuerzas productivas no permite la subsistencia de los antiguos moldes políticos. Ha transformado la estructura de las naciones y exige la transformación de la estructura del régimen. La democracia burguesa ha cesado de corresponder a la organización de las fuerzas económicas formidablemente transformadas y acrecentadas. Por esto la democracia está en crisis. La institución típica de la democracia es el parlamento. La crisis de la democracia es una crisis del parlamento”. (“Retomemos a Mariátegui y reconstituyamos su Partido", PCP 1975)

En pocas palabras, el imperialismo es capitalismo podrido, y se expresa en su economía, su ideología y su política. Para los monopolios cada vez más concentrados, la democracia burguesa constituye cada vez más un obstáculo antes que un medio para mantener su dictadura y aplicar su política, e ideológica y políticamente en el imperialismo se abandona todo que ha sido progresista en política, filosofía, cultura y ciencia. Frente a la crisis económica, ideológica y política, y principalmente para confrontar la revolución proletaria, el imperialismo lanza el fascismo en un intento de salvar su podrido sistema de explotación y opresión.


Origen ideológico

En lo ideológico, el fascismo representa el intento de crear un mito para reemplazar las ideas de la revolución burguesa. Ideológicamente es ecléctico; no tiene principios firmes en que se funda, sino mezcla y utiliza lo que necesita para cumplir su tarea de mantener el orden imperialista. Pero como resultado de sus necesidades concretas ideológicas y políticas, se encuentra algunos rasgos recurrentes en la mayoría de los movimientos fascistas, y un origen ideológico común en las ideas que surgieron como resultado de la descomposición del imperialismo y como reacción contra el marxismo.

Irracionalismo – ya en los fines de los años 1800 y los comienzos de los años 1900, intelectuales burgueses desarrollaron las ideas que después devendrían en características de la ideología burguesa del imperialismo. La corriente “irracionalista”, representado por Nietzsche, Shopenhauer y otros, rechaza las ideas de la Ilustración de comprensión científica y en su lugar glorifica la “intuición” y el “instinto”. El enemigo principal de estos intelectuales, por supuesto, era el marxismo; mientras el marxismo analizó el mundo científicamente para transformarlo, la tarea de los pensadores burgueses fue impedir y negar este análisis con el objetivo de mantener el presente orden. Donde pensadores burgueses antes habían elevado la claridad y la objetividad, y hasta habían dado contribuciones esenciales a las ciencias sociales y naturales, ahora comenzaron a elevar la subjetividad y el “sentimiento”, rechazando la razón. Para impedir la comprensión de las existentes contradicciones de clase, introdujeron una sarta de ideas metafísicas sobre “lo popular” (ver las teorías de Carl Jung sobre el “alma del pueblo”), la “voluntad de poder” etc., las cuales evidentemente influenciaron a Hitler y fueron partes de la ideología fascista. Típico del fascismo también es una pronunciada actitud cínica y pragmática frente a su propia ideología – por ejemplo, el mismo Hitler reconoció abiertamente que la idea de una “conspiración judía-bolchevique” era mentira, un mito diseñado con objetivos políticos específicos, y no basada en hechos reales.

El mismo irracionalismo, idealismo y relativismo se encuentra también en el “postmodernismo” que está de moda en el mundo académico de hoy, como arma ideológica contra el marxismo. Toma especialmente las ideas de Nietzsche que apuntan contra el análisis científica de la sociedad, contra toda intención de transformarla, contra la idea del progreso. Según Nietzsche, “no hay leyes” en la naturaleza ni en la sociedad humana: “Las cosas no se comportan regularmente conforme a una regla; no hay cosas (se trata de una ficción); tampoco se comportan bajo necesidad. En este mundo no se obedece; pues el ser algo tal cual es, de tal fuerza, de tal debilidad, no es el resultado de obediencia, regla ni necesidad” (“La voluntad de poder”). Así, los ideólogos burgueses quieren sustentar la idea del “fin de la historia”, y repiten la idea de Nietzsche sobre el “eterno retorno”: "el mundo, es un círculo que ya se ha repetido una infinidad de veces y que se seguirá repitiendo in infinitum.". Como clase reaccionaria, la burguesía tiene que rechazar no solamente la inevitabilidad, sino la posibilidad, de transformación o saltos cualitativos en el desarrollo de la sociedad humana. Como Nietzsche dice: “La humanidad no representa una evolución hacia algo mejor, o más fuerte, o más alto, al modo como hoy se cree eso. El progreso es meramente una idea moderna, es decir, una idea falsa”. Eso es, simplemente, el pensamiento de una clase reaccionaria y decadente y nada más.

El “superhombre” y el desprecio de las masas – La idea de Nietzsche del “superhombre” es una expresión del individualismo cínico y extremo que hoy impregna todo pensamiento y cultura burguesa, y para él no era ningún secreto que esta libertad individual solo podría ser accesible para unos pocos. Las masas en consecuencia eran “subhumanos” que no merecen tal libertad – y así Nietzsche y otros intelectuales ya entonces establecen la justificación ideológica del cuestionamiento de las libertades y derechos burgueses. Hitler habla del “principio aristocrático de la naturaleza” y dice que las masas son incapaces de “formar una definida concepción política general” (“Mein Kampf”/”Mi Lucha”).

El racismo, que en la versión burguesa de la historia ha devenido en el rasgo más característico del fascismo alemán, ha sido un componente recurrente en los movimientos fascistas. Pero no está limitado al fascismo y no es una parte necesaria de él, aunque se dio una forma más abierta y se aplicó más sistemáticamente por varios regímenes fascistas. En breve, es cuestión de la necesidad inevitable del imperialismo de conquistar nuevos territorios y como parte de eso esclavizar y matar a las poblaciones de estos territorios. Las ideas de la biología de razas se desarrollaron para justificar eso, y por eso el racismo sigue siendo parte de la ideología y política burguesa mientras el imperialismo siga existiendo. No es resultado de la “ignorancia” o la “xenofobia” de las masas sino de las necesidades concretas del imperialismo. Es característica de la ideología burguesa, tratar de explicar fenómenos psicológicos y sociales con la biología – y este biologismo todavía impregna la ciencia y cultura burguesa; todo se explica con genes y cromosomas, desde la opresión de la mujer hasta la pobreza; para imponer en nuestras cabezas que el presente orden es el “natural” y que toda lucha por otra sociedad por tanto es inútil y “contrario a la naturaleza”.

El racismo tampoco es específico de los movimientos fascistas. Fue la reacción inglesa la que abrió la marcha en cuanto a la teoría y práctica racista durante la última parte de los años 1800; personas como Cecil Rhodes y Houston Stuart Chamberlain tomaron la delantera con sus teorías de la hegemonía de la raza blanca, y los genocidios y campos de concentración de los ingleses en Africa han sido el modelo de los fascistas alemanes. Las otras potencias imperialistas han seguido el mismo camino, y hasta la Segunda Guerra Mundial la mayoría de estos países se han dedicado a la biología de razas o variantes de esta “ciencia” en gran escala (Suecia incluido, bajo régimen socialdemócrata). Aunque fue más controversial y delicado hacer estas actividades después de la guerra, los imperialistas no han terminado con tal “ciencia”. Un ejemplo es el libro famoso “The Bell Curve” de 1994, de Charles Murray y Richard Herrnstein (Murray está cercanamente ligado a los “think tanks” que han sido parte de elaborar la política estadounidense desde Reagan), el cual con cifras y diagramas trata de mostrar las diferencias en inteligencia entre las diferentes “razas” y así explicar la pobreza y otros problemas en EE.UU. Ver como los fascistas utilizan el racismo en acuerdo con sus necesidades del momento. La teoría sobre la conspiración judía/bolchevique era oportuna en un momento específico, mientras hoy una gran parte de los grupos fascistas de tipo “neo-nazi” toman posición por Israel y han inventado la teoría de la “invasión musulmana” – con el mismo objetivo: combatir la clase obrera y los pueblos del tercer mundo. Los nuevos partidos “antiinmigrantes” en Europa presentan su racismo en la forma de “lucha entre diferentes culturas”, mientras los otros partidos burgueses esconden su racismo con la llamada “multi-cultura” – pero el objetivo sigue siendo el mismo.


El chovinismo nacional

principalmente sirve a dos objetivos: 1) presentar la agresión imperialista, las guerras de conquista y de repartición, como heroicas y justas, como reacción contra el odio de la clase obrera y el pueblo contra estas guerras, y 2) tratar de crear la unidad falsa, por encima de las clases, por la “patria” imperialista para así esconder la lucha de clases.

Estos son algunos de los rasgos recurrentes del fascismo. Como vemos, en general no son específicos del fascismo, sino son partes de la ideología burguesa durante el imperialismo en general – pero que mediante el fascismo se expresan en forma más abierta y sistemática. El fascismo utiliza esos rasgos en las formas y grado que sirve a sus objetivos políticos.


El Corporativismo

El fascismo expresa por un lado la necesidad de la gran burguesía de represión y terror contrarrevolucionarios para reprimir a la clase obrera y el pueblo, y por otro lado su necesidad de crear entre las masas una falsa unidad, por encima de las clases, en favor de la dictadura burguesa y en contra de la revolución. Los movimientos fascistas se camuflan como “revolucionarios” para capitalizar la voluntad revolucionaria de diferentes clases entre el pueblo, y utilizan atributos y consignas tomadas del movimiento proletario u otros movimientos populares (ver el “nacionalsocialismo” de los fascistas alemanes, la llamada “revolución” de Velasco en Perú, la “Revolución Bolivariana” de Chávez en Venezuela, o como los llamados “nacionalistas autónomos” en Europa hoy toman el estilo y las consignas de la “izquierda”). Característica del fascismo es la palabrería de “anti-capitalismo”, “ni derecha ni izquierda”, “ni capitalismo ni socialismo” – una demagogia que apunta a esconder el hecho que el fascismo es para garantizar el poder absoluto de la gran burguesía. Un ejemplo muy ilustrativo de esta política es la tesis de Jruschov del “Estado de todo el pueblo” y “Partido de todo el pueblo” – y nota que cuando el Presidente Mao definió la Unión Soviética socialimperialista como una “dictadura de tipo Hitler”, no fue por casualidad.

El corporativismo es “el montar el Estado en base a corporaciones, lo cual implica la negación del parlamentarismo” (Presidente Gonzalo). Es decir el poder de la gran burguesía organizado a través de organismos con representantes de diferentes estamentos, gremios, u otros grupos, los cuales con su “competencia de expertos” y en “acuerdo” toman decisiones políticas – en lugar de representantes elegidos en elecciones, como en el parlamentarismo burgués (ver que ambas formas sirven a mantener la dictadura burguesa). Ejemplos de tales organismos corporativos son los sindicatos fascistas en Alemania bajo Hitler e Italia bajo Mussolini, así como los “comités de autodefensa”, “comités de desarrollo”, COFOPRI, FONCODES, INADE etc. en Perú. La socialdemocracia (socialfascismo como dice Lenin) en países como Alemania o Suecia también desarrollan, especialmente desde el fin de la segunda guerra mundial, un corporativismo claro y manifiesto; el llamado “modelo sueco”, “el espíritu de Saltsjöbaden” es un ejemplo muy claro de este “acuerdo” entre las clases, lo que en realidad es acuerdo entre las facciones de la burguesía y sus lacayos, bajo la supervisión del Estado y en favor de la gran burguesía. Son ejemplos que muestran que “la negación del parlamentarismo” no necesariamente implica la abolición de los parlamentos o de elecciones, sino que esta negación se expresa también en el poder del ejecutivo, en el fracaso total de la ilusión de democracia parlamentaria etc.

La reacción, incluso los mismos fascistas, muchas veces pretende presentar el corporativismo como un híbrido de capitalismo y socialismo, o un sistema ni capitalista ni socialista, o hasta presentarlo como una forma de socialismo (“socialismo democrático” en las palabras de la socialdemocracia). Eso es parte de la demagogia de los fascistas para engañar al pueblo, y de los demás reaccionarios de hoy para decir que “socialismo y fascismo son iguales”. En ambos casos, es una propaganda vulgar en la cual los mismos reaccionarios tampoco creen; un examen superficial de cualquier régimen fascista es suficiente para ver que el fascismo significa más genocidio y más represión contra el proletariado y el pueblo, especialmente contra los revolucionarios y comunistas, y más ganancias para la gran burguesía.

El corporativismo expresa la necesidad de la gran burguesía de proteger los intereses de toda la gran burguesía, como clase, contra la revolución y en pugna con la gran burguesía de otros países. Expresa la necesidad de manejar la lucha entre individuos, grupos o facciones dentro de la gran burguesía del país, para salvar el dominio de toda la gran burguesía. Por eso, a cierto grado, el régimen fascista utiliza el Estado para imponer planes y dar directivas a las empresas de la gran burguesía – pero no pueden evitar “la anarquía del capitalismo” como dice Lenin, y no pueden evitar las crisis de producción que son inevitables en el capitalismo. En realidad, el régimen fascista es un instrumento de las empresas de la gran burguesía, y por eso, el uso del término “economía planificada” utilizado por la reacción tampoco corresponde al fascismo.


La teoría de “totalitarismo”

El concepto de “totalitarismo”, así como el de “autoritarismo”, es un invento de la reacción para atacar el socialismo, diciendo que fascismo y socialismo son iguales. Originalmente, fue un término usado por los fascistas italianos para describir su sistema, y después diferentes teoréticos reaccionarios, como Borkenau (renegado del Partido Comunista de Alemania), Karl Popper y Hannah Arendt lo han sistematizado para utilizarlo como parte de la propaganda imperialista contra los países socialistas, y ha sido popularizado y difundido desde entonces en el mundo académico así como en la cultura – el ejemplo más famoso siendo la novela “1984” del trotskista Orwell. Antes de la II Guerra Mundial, la burguesía en EE.UU. y los demás potencias imperialistas tenía una actitud positiva frente a los regímenes fascistas en Alemania e Italia, porque esperaban que ellos podrían acabar con la “amenaza comunista” en el mundo – pero después, cuando se encontraban en pugna abierta y guerra con el imperialismo alemán y el imperialismo italiano por el dominio mundial, fue muy oportuno inventar el concepto de “totalitarismo”. En síntesis, es un concepto que niega el carácter de clase del Estado y se basa en la idea de que el poder del pueblo o del proletariado es imposible, que es un mito y una política que solo lleva a terror y opresión cuando se intenta realizarla – es decir el “totalitarismo” es una patraña para ocultar ante las masas los avances enormes de los pueblos en los países socialistas, ocultar el verdadero carácter del fascismo, y así promover la dictadura eterna de las clases explotadoras y del imperialismo.


El fascismo de hoy 

Como vemos de varios ejemplos arriba, el fascismo sigue existiendo en diferentes formas en el mundo actual, en los países imperialistas así como en el tercer mundo. El imperialismo cuenta con regimenes fascistas en naciones oprimidas para garantizar su control de estos países; el fascismo en Perú es un ejemplo claro, un fascismo adaptado a combatir una guerra popular. En América Latina se expresa claramente el uso de “gobiernos revolucionarios” como el de Chávez, que se presentan como “anti-imperialistas” y hasta “izquierdistas”, cuando están sujetados al imperialismo, principalmente yanqui, y reprimen todo movimiento popular o revolucionario como corresponde a regimenes fascistas.

En Europa, el imperialismo sigue utilizando las formas corporativas y se expresa cada día más la negación de las libertades y derechos burgueses. Aunque ahora no se utiliza a la socialdemocracia como antes, se expresa claramente la crisis del parlamentarismo, la represión (y los partidos socialdemócratas, que tienen una larga historia de represión y terror contra el pueblo, en varios casos son los iniciadores y los defensores principales de
la represión intensificada y el control de la población, como en Suecia).

Al mismo tiempo, nuevos partidos fascistas “del viejo tipo” han entrado en los parlamentos en toda Europa (PVV en Holanda, NPD y DVU en Alemania, DF en Dinamarca etc. etc.). Tienen sus raíces en las facciones más racistas de los otros partidos, y en los grupos “neo-nazi”. Todos estos tienen un papel específico para la clase dominante. Para la burguesía, los “neo-nazis” y “extremistas de derecha” sirven como tropas de asalto contra los revolucionarios y comunistas, y contra protestas populares, y los partidos mencionados están en los parlamentos para hacer el trabajo sucio de introducir una política más racista, y así la política racista de los otros partidos parece un poco “más suave”.


Como combatir el fascismo

Los revolucionarios y comunistas no debemos dejarnos sorprender por el fascismo, sabiendo que la represión, la violencia contrarrevolucionaria y la negación de derechos democráticos no son excepciones sino son inevitables e inherentes del imperialismo. Por eso, tenemos que combatir las posiciones de liquidacionismo que dicen que “no se puede hacer trabajo revolucionario bajo el fascismo”. Tampoco podemos aceptar la posición que toma el fascismo como pretexto para plantear un llamado “frente único” por encima de las clases, tergiversando la tesis marxista del frente único como un frente de las clases revolucionarias, un frente para hacer la guerra popular. Lo que corresponde es combatir la dictadura de las clases explotadoras con guerra popular como forma principal de lucha. Toda la experiencia de la revolución proletaria mundial nos muestra que tenemos que rechazar y aplastar la idea de solo “usar los métodos legales y pacíficos” hasta cuando el enemigo comienza a aplicar el fascismo, es decir hasta el momento cuando ya no es posible. La clase obrera, sus Partidos Comunistas y los países socialistas siempre han sido la vanguardia y los luchadores más consecuentes e irreconciliables en la lucha contra el fascismo – y tenemos la responsabilidad de seguir luchando en este espíritu contra el fascismo así como contra todo el imperialismo, la reacción y el revisionismo.



Citas:

"En cuanto a su corporativismo. Entendemos por corporativismo el montar el Estado en base a corporaciones, lo cual implica la negación del parlamentarismo, es una cuestión esencial que ya Mariátegui la destacó en "Historia de la crisis mundial", él nos decía, la crisis de la democracia burguesa se expresa claramente en la crisis del parlamentarismo; si uno ve aquí el Parlamento, si bien es cierto que en las últimas décadas ha sido el Ejecutivo el que ha dado las leyes más importantes del país, es en este gobierno aprista donde más ha sido el Ejecutivo el que ha acaparado todas las leyes fundamentales que ha dado para sus fines, no hay ninguna ley importante que haya dado el Parlamento, eso es real y todo ha sido darle facultades al Ejecutivo para que haga y deshaga. Todo es una negación del parlamentarismo."
(Entrevista con el Presidente Gonzalo)

"Otro punto del socialismo científico de importancia para Mariátegui es la crisis de la democracia burguesa cuyos síntomas se percibían desde antes de la I Guerra y cuyas causas ve en "el acrecentamiento y la concentración paralelos del capitalismo y del proletariado"; así el desarrollo del monopolio, característica del imperialismo, y el cuestionamiento del orden burgués por el proletariado son las causas de la crisis de la democracia burguesa. Profundizando el problema destaca que, bajo el régimen burgués la industria se desarrolló extraordinariamente al impulso de la máquina habiendo "surgido enormes empresas industriales" y como las formas políticas y sociales son determinadas por la base que la sustenta concluye: "La expansión de estas nuevas fuerzas productivas no permite la subsistencia de los antiguos moldes políticos. Ha transformado la estructura de las naciones y exige la transformación de la estructura del régimen. La democracia burguesa ha cesado de corresponder a la organización de las fuerzas económicas formidablemente transformadas y acrecentadas. Por esto la democracia está en crisis. La institución típica de la democracia es el parlamento. La crisis de la democracia es una crisis del parlamento".
(PCP-Comité Central, Retomemos a Mariátegui y reconstituyamos su Partido, 1975)

En la historia de la humanidad, toda fuerza reaccionaria que está a punto de perecer se lanza invariablemente a una última y desesperada embestida contra las fuerzas revolucionarias, y sucede a menudo que algunos revolucionarios se dejan engañar durante cierto tiempo por este poderío aparente que encubre la debilidad interna, y no logran ver el hecho esencial de que el enemigo se aproxima a su fin, en tanto que ellos mismos se acercan a la victoria. El surgimiento de las fuerzas fascistas y las guerras de agresión que han venido sosteniendo desde hace algunos años, constituyen precisamente la expresión de esa última y desesperada embestida.
(Pdte Mao Tse-tung, El punto de viraje de la Segunda guerra mundial, 1942)