sábado, 26 de mayo de 2012

MUSSOLINI Y EL FASCISMO





                            MUSSOLINI Y EL FASCISMO

          José Carlos Mariátegui. La Escena Contemporánea (1925)


FASCISMO y Mussolini son dos palabras con­sustanciales y solidarias. Mussolini es el anima­dor, el líder, el duce (1) máximo del fascismo. El fascismo es la plataforma, la tribuna y el carro de Mussolini. Para explicarnos una parte de este episodio de la crisis europea, recorramos rápidamente la historia de los fasci (2) y de su caudillo.

Mussolini, como es sabido, es un político de procedencia socialista. No tuvo dentro del socialismo una posición centrista ni templada sino una posición extremista e incandescente. Tuvo un rol consonante con su temperamento. Porque Musso­lini es, espiritual y orgánicamente, un extremista. Su puesto está en la extrema izquierda o en la extrema derecha. De 1910 a 1911 fue uno de los líderes de la izquierda socialista. En 1912 dirigió la expulsión del hogar socialista de cuatro di­putados partidarios de la colaboración ministe­rial: Bonomi, Bissolati, Cabrini y Podrecca. Y ocupó entonces la dirección del Avanti (3) Vinie­ron 1914 y la Guerra. El socialismo italiano re­clamó la neutralidad de Italia. Mussolini, inva­riablemente inquieto y beligerante, se rebeló contra el pacifismo de sus correligionarios. Pro­pugnó la intervención de Italia en la guerra. Dio, inicialmente, a su intervencionismo un punto de vista revolucionario. Sostuvo que extender y exasperar la guerra era apresurar la revolución europea. Pero, en realidad, en su intervencionismo latía su psicología guerrera que no podía avenirse con una actitud tolstoyana (4) y pasiva de neutralidad. En noviembre de 1914. Mussolini abandonó la dirección del Avanti y fundó en Milán Il Popolo d'Italia para preconizar el ata­que a Austria. Italia se unió a la Entente. (5) Y Mussolini, propagandista de la intervención, fue también un soldado de la intervención.

Llegaron la victoria, el armisticio, la desmovili­zación. Y, con estas cosas, llegó un período de desocupación para los intervencionistas. D'An­nunzio nostálgico de gesta y de epopeya, aco­metió la aventura de Fiume. Mussolini creó los fasci di combetimento: haces o fajos de com­batientes. Pero en Italia el instante era revolu­cionario y socialista. Para Italia la guerra había sido un mal negocio. La Entente le había asig­nado una magra participación en el botín. Olvi­dadiza de la contribución de las armas italianas a la victoria, le habla regateado tercamente la posesión de Fiume. Italia, en suma, había salido de la guerra con una sensación de descontento y de desencanto. Se realizaron, bajo esta influen­cia, las elecciones. Y los socialistas conquistaron 155 puestos en el parlamento. Mussolini, candi­dato por Milán, fue estruendosamente batido por los votos socialistas.

Pero esos sentimientos de decepción y de de­presión nacionales eran propicios a una violenta reacción nacionalista. Y fueron la raíz del fascis­mo. La clase media es peculiarmente accesible a los más exaltados mitos patrióticos. Y la clase media italiana, además, se sentía distante y adversaria de la clase proletaria socialista. No le perdonaba su neutralismo. No le perdonaba los altos salarios, los subsidios del Estado, las leyes sociales que durante la guerra y después de ella había conseguido del miedo a la revolución. La clase media se dolía y sufría de que el proletariado neutralista y hasta derrotista, resultase usufructuario de una guerra que no había querido. Y cuyos resultados desvalorizaba, empequeñecía y desdeñaba. Estos malos humores de la clase media encontraron un hogar en el fascismo. Mussolini atrajo, así la clase media a sus fasci di combatimento.

Algunos disidentes del socialismo y del sindicalismo se enrolaron en los fasci aportándoles su experiencia y su destreza en la organización y captación de masas. No era todavía el fascismo una secta programática y conscientemente reaccionaria y conservadora. El fascismo, antes bien, se creía revolucionario, Su propaganda tenía matices subversivos y demagógicos. El fascismo, por ejemplo, ululaba contra los nuevos ricos. Sus principios —tendencialmente republicanos y anticlericales— estaban impregnados del confusionismo mental de la clase media que, instintivamente descontenta y disgustada de la burguesía, es vagamente hostil al proletariado. Los socialistas italianos cometieron el error de no usar sagaces armas políticas para modificar la actitud espiritual de la clase media. Más aún. Acentuaron la enemistad entre el proletariado y la piccola borghesia. (6) Desdeñosamente tratada y motejada por algunos hieráticos teóricos de la ortodoxia revolucionaria.

Italia entró en un período de guerra civil. Asustada por las chances de la revolución, la burguesía armó, abasteció y, estimuló solícitamente al fascismo. Y lo empujó a la persecución truculenta del socialismo, a la destrucción de los sindicatos y cooperativas revolucionarias, al quebrantamiento de huelgas e insurrecciones, El fascismo se convirtió así en una milicia numerosa y aguerrida. Acabó por ser más fuerte que el Estado mismo. Y entonces reclamó el poder. Las brigadas fascistas conquistaron Roma. Mussolini, en "camisa negra", (7) ascendió al gobierno, constriñó a la mayoría del parlamento a obe­decerle, inauguró un régimen y una era fascista.

Acerca de Mussolini se ha hecho mucha no­vela y poca historia. A causa de su beligerancia politice, casi no es posible una definición obje­tiva y nítida de su personalidad y su figura. Unas definiciones son ditirámbicas y cortesanas; otras definiciones son rencorosas y panfletarias. A Mussolini se le conoce, episódicamente, a tra­vés de anécdotas e instantáneas. Se dice, por ejemplo, que Mussolini es el artífice del fascismo. Se cree que Mussolini ha "hecho" el fascismo. Ahora bien, Mussolini es un agitador avezado, un organizador experto, un tipo vertiginosamen­te activo. Su actividad, su dinamismo, su tensión, influyeron vastamente en el fenómeno fascista. Mussolini, durante la campaña fascista, hablaba un mismo día en tres o cuatro ciudades. Usaba el aeroplano para saltar de Roma a Pisa, de Pisa a Bolonia, de Bolonia a Milán. Mussolini es un tipo volitivo, dinámico, verboso, italianisimo, sin­gularmente dotado para agitar masas y excitar muchedumbres. Y fue el organizador, el anima­dor, el condottiere (8) del fascismo. Pero no fue su creador, no fue su artífice. Extrajo de un estado de ánimo un movimiento político; pero no modeló este movimiento a su imagen y semejanza. Mussolini no dio un espíritu, un programa, al fascismo. Al contrario, el fascismo dio su espíritu a Mussolini. Su consustanciación, su identificación ideológica con los fascistas, obligó a Mussolini a exonerarse, a purgarse de sus últimos re­siduos socialistas. Mussolini necesitó asimilar, ab­sorber el antisocialismo, el chauvinismo de la clase media para encuadrar y organizar a ésta en las filas de los fasci di combattimento. Y tuvo que definir su política como una política reaccionaria, anti-socialista, anti-revolucionaria. El caso de Mussolini se distingue en esto del caso de Bonomi, de Briand y otros ex-socialistas. (9) Bonomi, Briand, no se han visto nunca forzados a romper explícitamente con su origen socialista. Se han atribuido, antes bien, un socialismo mínimo, un socialismo homeopático. Mussolini, en cambio, ha llegado a decir que se ruboriza de su pasado socialista como se ruboriza un hombre maduro de sus cartas de amor de adolescente. Y ha saltado del socialismo más extremo al conservatismo más extremo. No ha atenuado, no ha reducido su socialismo; lo ha abandonado total e integralmente. Sus rumbos económicos, por ejemplo, son adversos a una política de intervencionismo, de estadismo, de fiscalismo. No aceptan el tipo transaccional de Estado capitalista y empresario: tienden a restaurar el tipo clásico de Estado recaudador y gendarme. Sus puntos de vista de hoy son diametralmente opuestos a sus puntos de vista de ayer. Mussolini era un convencido ayer como es un convencido hoy. ¿Cuál ha sido el mecanismo a proceso de su conversión de una doctrina a otra? No se trata de un fenómeno cerebral; se trata de un fenómeno irracional. El motor de este cambio de actitud ideológica no ha sido la idea; ha sido el sentimiento. Mussolini no se ha desembarazado de su socialismo, intelectual ni conceptualmente. El socialismo no era en él un concepto sino una emoción, del mismo modo que el fascismo tampoco es en él un concepto sino también una emoción. Observemos un dato psicológico y fisonómico: Mussolini no ha sido nunca un cerebral, sino más bien un sentimental, En la política, en la prensa, no ha sido un teórico ni un filósofo sino un retórico y un conductor. Su lenguaje no ha sido programática, principista, ni científico, sino pasional, sentimental. Los más flacos discursos de Mussolini han sido aquéllos en que ha intentado definir la filiación, la ideología del fascismo. El programa del fascismo es confuso, contradictorio, heterogéneo: contiene, mezclados péle-méle, (10) conceptos liberales y conceptos sindicalistas. Mejor dicho, Mussolini no le ha dictado al fascismo un verdadero programa; le ha dictado un plan de acción.

Mussolini ha pasado del socialismo al fascismo, de la revolución a la reacción, por una vía sentimental, no por una vía conceptual. Todas las apostasías históricas han sido, probablemente, un fenómeno espiritual. Mussolini, extremista de la revolución, ayer, extremista de la reacción hoy, no recuerda a Juliano. Como este Emperador, personaje del Ibsen y de Merezkovskij, Mussolini es un Ser inquieto, teatral, alucinado, supersticioso y misterioso que se ha sentido elegido por el Destino para decretar la persecución del dios nuevo y reponer en su retablo los moribundos dioses antiguos. 

NOTAS:

1 Duce, voz italiana de origen latino, de dux, Jefe en la República medieval de Venecia. Este nombre se arrogó Mussolini para significar su pretensión de conductor del fascismo.

2 Fasci, del latin fax, haz. Se refiere aquí a la agrupa­ción política.

3 Avanti, nombre del diario socialista italiano.

4 Referencia al novelista ruso León Nikolayevich, Conde de Tostoy, quien predicaba un tipo de cristianismo de no resistencia al mal y aceptación del dolor del hombre.

5 La Entente es el nombre que adoptó la alianza de Inglaterra, Francia y Rusia zarista contra Alemania.

6 Piccola burghesia, estrato social que comprende a los individuos situados entre el proletariado y la burguesía: pequeña burguesia.

7 La camisa negra era el uniforme fascista.

8 En italiano moderno condottiero, caudillo.

9 colaboracionistas con los ministerios burgueses. Briand representó, en Francia, esta tendencia.

10 Confusamente.

viernes, 18 de mayo de 2012

XXXII ANIVERSARIO DE LA GUERRA POPULAR EN PERÚ

                                                                                                      ¡Proletarios de todos los países, uníos! 
¡VIVA EL XXXII ANIVERSARIO DE LA GUERRA POPULAR EN PERÚ!
¡GUERRA POPULAR HASTA EL COMUNISMO!  
                                                            
"Un período ha terminado; los aprestos del nuevo están concluidos. Sellamos hasta aquí lo hecho; aperturamos el futuro, la clave son las acciones, objetivo el poder. Eso haremos nosotros, la historia lo demanda, lo exige la clase, lo ha previsto el pueblo y lo quiere; nosotros debemos cumplir y cumpliremos, somos los iniciadores". (Somos los iniciadores, PCP, Comité Central Ampliado, 1980)

"Camaradas, las contradicciones se agolpan pero las manejamos. Hemos aprendido a manejar la historia, las leyes, las contradicciones. Está en nuestras manos resolver todo plasmándolo en hechos bélicos; nada nos detendrá. Pasaremos a tiempos de guerra irreversiblemente, la contradicción se desenvolverá, lo nuevo triunfará, nos lleva al final". (Somos los iniciadores, PCP, Comité Central Ampliado, 1980)

"Nosotros partimos de una situación. Cada clase genera su forma específica de guerra y por tanto su estrategia; el proletariado ha creado la suya: la guerra popular y es una estrategia superior, la burguesía nunca podrá tener una estrategia superior a ésa, más, no habrá estrategia más desarrollada que la del proletariado; es un problema de comprobación del proceso militar del mundo, cada clase siempre generó su forma de hacer la guerra y su estrategia, y siempre la estrategia superior ha vencido a la inferior y la nueva clase siempre tiene la estrategia superior y la guerra popular lo es, las pruebas lo demuestran. Hay tratadistas militares que dicen así: los comunistas cuando han aplicado sus principios nunca han perdido una guerra, solamente la han perdido cuando no han aplicado sus principios". (PCP – Entrevista con el Presidente Gonzalo)
[El Presidente Gonzalo] sostiene que para llevar adelante la guerra popular hay que tener en cuenta cuatro problemas fundamentales: 1) La ideología del proletariado, el marxismo-leninismo-maoísmo que debe especificarse en un pensamiento guía, por eso nos basamos en el marxismo-leninismo- maoísmo, pensamiento Gonzalo, principalmente en éste; 2) La necesidad del Partido Comunista del Perú que dirige la guerra popular; 3) La guerra popular especificada como guerra campesina que sigue el camino de cercar las ciudades desde el campo; y 4) Bases de apoyo o nuevo Poder, la construcción de las Bases de apoyo, es la esencia del camino de cercar las ciudades desde el campo. (PCP – Línea Militar, 1988)

En este 17 de Mayo de 2012, el Movimiento Popular Perú celebra, junto con todo el Partido Comunista del Perú, su Comité Central y todo su sistema de dirección partidaria, todos sus Comités y todos los militantes, combatientes y masas, el XXXII aniversario de nuestra victoriosa Guerra Popular. Expresamos nuestra plena sujeción a nuestra Jefatura el Presidente Gonzalo, continuador de Marx, Lenin y el Presidente Mao Tsetung, centro de unificación partidaria y garantía de triunfo hasta el Comunismo, y a nuestra todopoderosa ideología el marxismo-leninismo-maoísmo, pensamiento gonzalo, principalmente el pensamiento gonzalo. Dirigimos nuestro saludo al Ejército Popular de Liberación, sin la cual el pueblo no tendría nada, y al Nuevo Poder que brilla desafiante ante el mundo.
Fue el Presidente Gonzalo quien, en dura lucha contra el revisionismo, "guió a la fracción roja bajo la política estratégica de seguir el "Camino de cercar las ciudades desde el campo"; del 69 al 76 guió al Partido con la política estratégica de "Reconstitución del Partido para la guerra popular" y del 76 al 79 con la política estratégica de "Culminar la Reconstitución y Sentar Bases" para el inicio de la lucha armada." (PCP, Línea Militar, 1988). Y así, aplicando la ideología universal del proletariado internacional a las condiciones de nuestra revolución, la guerra popular se inició el 17 de Mayo de 1980 con una acción contra las elecciones reaccionarias, aplastando todas las posiciones revisionistas (la primera LOD) que decían "no hay condiciones". La lucha armada se inició aplicando la violencia revolucionaria no como violencia meramente "defensiva", no principalmente como una "respuesta" a la violencia reaccionaria, sino principalmente como guerra popular para destruir lo viejo y construir lo nuevo.
Fue gracias a la aplicación de la ideología universal del proletariado internacional a nuestras condiciones en guerra popular, que el Partido ha llegado a comprender el maoísmo como una nueva, tercera y superior etapa del marxismo, y a desarrollar la militarización del Partido y su construcción concéntrica. Así, en medio de la Guerra Popular, se realizó en 1988 el Primer Congreso del Partido, el primer congreso marxista, que definió nuestra Base de Unidad Partidaria que sigue siendo válida y es la BUP a la cual todo el Partido se sujeta; con sus tres elementos, la ideología el marxismo-leninismo-maoísmo, pensamiento gonzalo, principalmente el pensamiento gonzalo, el Programa y la Línea Política General con su centro la Línea Militar. Y con esta BUP, con esta Jefatura y su todopoderoso pensamiento, con los principios de nuestra clase, la victoria está garantizada. Por eso, la lucha a muerte contra el revisionismo como peligro principal es decisiva para la guerra popular. Como la misma reacción reconoce: "los comunistas cuando han aplicado sus principios nunca han perdido una guerra, solamente la han perdido cuando no han aplicado sus principios." Hoy, el Partido sigue dirigiendo la guerra popular en circunstancias difíciles combatiendo las líneas contrarias, la LOD y la LOI, aplastando la tesis revisionista de que "dos se unen en uno", enarbolando y aplicando nuestro método marxista de lucha de dos líneas, a nivel nacional así como internacional. Mientras los capituladores y traidores repican las patrañas del enemigo de clase, tratando de justificar su traición, nuestros heroicos militantes y combatientes están en la arena de combate dando sus vidas. "El revisionismo ya perdió la partida, el resto es tiempo; el problema ya está definido la basura ha comenzado a ser barrida, incendiada; reitero, el problema es tiempo. La partida ya la comenzaron a perder hace muchos años. Y si fuéramos más allá, a los principios, la partida la perdieron desde que se convirtieron en revisionistas, pues la partida se pierde desde que se abandonan los principios, desde ahí. El resto es cómo la lucha de clases se desarrolla y cómo un Partido como el nuestro es capaz de cumplir su papel y cómo las masas lo sustentan, lo apoyan y llevan adelante, cómo van comprendiendo que es su Partido, que defiende sus intereses; y son las propias masas las que darán buena cuenta y justa sanción a quienes por decenios han traficado y siguen traficando y también condenarán, sancionarán a quienes quieran traficar o quienes comiencen a hacerlo." (Entrevista con Presidente Gonzalo)
Como el Presidente Gonzalo ha establecido, nuestra guerra popular se desarrolla como parte de y sirviendo a la revolución proletaria mundial. Es un principio que nunca vamos a abandonar. El proletariado y pueblo peruano están firmemente unidos con el proletariado internacional y los pueblos oprimidos de todo el mundo. Nos unimos con el heroico proletariado y el pueblo de la India y de otros países, y con todos sus comunistas y revolucionarios en la lucha para forjar su dirección, en lucha a muerte contra el revisionismo y no en conciliación, para desarrollar guerra popular hasta el Comunismo. Nos reafirmamos en nuestros principios de que el mando nunca muere, que la bandera una vez izada nunca debe ser arriada, y de ¡Guerra popular hasta el Comunismo!


¡VIVA EL XXXII ANIVERSARIO DE LA VICTORIOSA GUERRA POPULAR EN EL PERÚ!

¡VIVA EL PRESIDENTE GONZALO Y SU TODOPODEROSO PENSAMIENTO!

¡VIVA EL GLORIOSO PARTIDO COMUNISTA DEL PERÚ, SU COMITÉ CENTRAL Y TODO SU SISTEMA DE DIRECCIÓN PARTIDARIA!

¡VIVA EL EJÉRCITO POPULAR DE LIBERACIÓN!

¡VIVA EL MAOÍSMO, ABAJO EL REVISIONISMO!

¡DESARROLLAR LA GUERRA POPULAR SIRVIENDO A LA REVOLUCIÓN MUNDIAL!

¡RECHAZAR Y COMBATIR A LA LOD Y LA LOI, DESARROLLANDO LA GUERRA POPULAR!


                                                                  Movimiento Popular Perú
                                                                                  17 de Mayo de 2012
 

jueves, 17 de mayo de 2012

CINE PROLETARIO


LOS PRINCIPIOS DEL NUEVO CINEMA RUSO


S. M. EISENSTEIN
("Nuestro Cinema,. núm. 8 y 9, Enero-Febrero 1933)



Cuando S. M. Eisenstein terminó la realización de La línea general, vino con su película bajo el brazo a presentarla en los círculos de avanzada social de Berlín y de París. En muchas ocasiones se vio imposibilitado de exponer ampliamente sus lecciones, ante la represión  policíaca, mitad por lo que encontraba de «peligroso» en su film, mitad por lo que consideraba como material «agresivo» en la conferencia con que Eisenstein acompañaba su proyección.

Nosotros recogemos la conferencia que con el título de LOS PRINCIPIOS DEL NUEVO CINEMA RUSO servía a Eisenstein, primeramente para fijar su posición ante el cinema y sus problemas, y después para divulgar sobre los comienzos y formas en que se produce y se basa el cinema soviético, en oposición siempre al cinema capitalista de Alemania, Francia y Estados Unidos.
N. C.


Debo comenzar diciendo que el objeto de nuestro cinema no es el de constituir un pasatiempo agradable ni una distracción. Para nosotros el cine es siempre una cosa muy seria que tiene una razón instructiva y cultural de ser. Obedeciendo a este principio nos esforzamos desde el comienzo de nuestra producción por obtener bases serias y científicas para todas las cuestiones de arte y particularmente para el cinema. Hace cuatro años se ha creado en Moscú una especie de Universidad del cinema, donde se forman jóvenes que han de llegar a ser régisseurs, operadores o actores. En esta Universidad, que es, según creo, única en el mundo, funcionan laboratorios de investigaciones experimentales, donde pueden hacerse ensayos.

Por otra parte, no es la única organización que trabaja por el cinema en U.R.S.S. Las Universidades de Moscú y Leningrado disponen de centros de estudios sobre el análisis psicológico del espectador que se ocupan de todas las cuestiones semejantes y sus métodos.

Hay también organizaciones que mantienen el contacto con el espectador para poder estudiarlo mejor, como la “Sociedad de los amigos del film soviético”, que extiende sus células por todas las grandes fábricas, por las villas, por todos los lugares en los cuales es necesario hacer encuestas sobre lo que los trabajadores piensan respecto a los films. La "Sociedad de los amigos del cine” hace cuestionarios dirigidos a los espectadores sobre las formas cinematográficas empleadas, sobre la comprensión del film, preguntándoles qué es lo que más les ha chocado en un film, sobre lo que responde a las intenciones del público, sobre lo que no responde. Los materiales que resultan de semejante investigaciones se coleccionan, se analizan y se utiliza la lección que de ellos resulta.

Como sabe el lector, las nuevas formas de arte son siempre obtenidas y derivadas de nuevas formas sociales. La idea que preside a nuestro cinema es la misma que en tiempos recientes presidió a la revolución. Esto es, el predominio del elemento colectivo sobre el elemento individual.

Ya se sabe el rol que el colectivismo juega en la vida social rusa y en la revolución. No es necesario insistir sobre ello, pero yo quiero deciros cómo ese concepto determina todos los puntos de nuestro cinema, tanto del lado comercial, del lado de la producción, como del lado estético y artístico. Enfrentémonos con el lado comercial.

Nosotros tenemos un monopolio del cinema; toda la producción y la distribución del film es monopolizada por el Estado. Esto nos da grandes facilidades para conseguir nuestro fin instructivo y cultural. Ya sabéis que el film instructivo no reporta tanto dinero como el film pornográfico o el de aventuras. Nosotros exigimos, pues, a nuestros grandes films de historia o de aventuras proyectados en las grandes salas del extranjero, que nos procuren el dinero necesario para crear los “cinemas de aldea”, cinemas ambulantes que pueden llegar a las esquinas más apartadas de nuestra gran república. El rol de estos cinemas ambulantes es esencial para el desenvolvimiento cultural de las pequeñas repúblicas nacionales que entran en la unión soviética.

Ciertas repúblicas pequeñas no podrán sostener por sí mismas una empresa cinematográfica que trabajara sobre los temas singulares de cada una. Si pensáis en las pequeñas repúblicas musulmanas donde existe todavía el problema de la emancipación de la mujer, comprenderéis que allí el film debe ser un instrumento de propaganda necesario para la emancipación, pero esto no es posible más que con la ayuda del Estado, porque las pequeñas repúblicas musulmanas son demasiado limitadas para asegurar su producción.

Lo mismo ocurre con los films para los aldeanos. Los films del género de La lucha por la tierra son muy importantes porque deben explicar la utilidad de las máquinas a los campesinos, pero comercialmente son una catástrofe.

Se dice, frecuentemente, contra la estatización que una monopolización de la producción, suprimiendo la competencia, puede perjudicar las cualidades de la obra de arte. Esto no es verdad.

Si vosotros leéis nuestros periódicos, podréis ver que en todos los dominios un nuevo valor reemplaza a la competencia; este es el “amor propio”.

Una fábrica de Moscú, verbigracia, envía un desafío a una fábrica de Leningrado y le dice que va a producir más que ella, menos caro y mejor. Entonces se celebra entre las dos fábricas, durante un año o seis meses, una competencia puramente deportiva.

Lo mismo ocurre en el cinema, y las fábricas cinematográficas se lanzan los mismos desafíos sobre la calidad de sus films. Esto es un precioso estimulante del trabajo.

Así juega el movimiento colectivista un gran rol en la producción de films.

 Por de pronto cuando escogemos un tema no tenemos en cuenta nuestros nervios, nuestra diversión o nuestra curiosidad. Cuando nosotros escogemos un tema es siempre un tema que interese a las masas y que tenga un valor actual para todo el mundo.

 Tenemos, para el film como para todos los otros terrenos de nuestra industria, un plan de cinco años. Es un plan que fija los temas primarios y las cuestiones principales que deben ser resueltos durante estos cinco años en el cinema. Se reserva un puesto para los temas imprevistos que la actualidad pueda suministrar, pero existe un plan general al que uno debe atenerse. Los problemas con que nosotros nos enfrentamos son siempre aquellos que tienen una gravedad más apremiante. Por ejemplo, La lucha por la tierra[1]  tiene como asunto la necesidad de la industrialización y la organización cooperativa de las aldeas. También las cuestiones de moral y familia, obligadas por las condiciones nuevas a buscar soluciones nuevas, nos provocan continuamente nuevos temas cinematográficos. Una vez encontrado el tema, se traspasa con una orden a un escenarista o un régisseur profesional, quien construye un escenario. Cuando el escenario está terminado, se le discute colectivamente en las fábricas o en los lugares especiales interesados por la cuestión propuesta. Si se trata de un film  aldeano como La lucha por la tierra, se discute el escenario en los medios aldeanos, y, sabiendo que es un film hecho para él, cada campesino se interesa, da su opinión, dice lo que él piensa del tema, ayuda y construye -por su conocimiento del ambiente- a los temas  empeñados, y cumple así el rol que nosotros deseamos que cumpla.

Cuando comienza la filmación, las masas y las colectividades contribuyen también a su realización. Por ejemplo, en los grandes films de masas como La lucha por la tierra y Los diez días que asombraron al mundo, las grandes escenas de masas son representadas por obreros actores gratuitos y espontáneos. Cuando en Los diez días necesitamos realizar el asalto al  Palacio de Invierno, dos o tres mil obreros venían cada mañana y cada noche con dos  orquestas dispuestos a representar las escenas que nosotros queríamos que representaran. El  fusilamiento en las calles ha sido representado por voluntarios enteramente; ¡casi todos eran los mismos que en 1917 habían representando las cosas más seriamente que diez años después, en 1917! Esto nos dio la posibilidad de restituir la atmósfera y la verdad de los hechos.

Yo digo siempre que una utilización semejante de las masas no es posible más que en la U.R.S.S., porque no hay muchos países donde puedan llevarse impunemente a la calle dos o tres mil obreros cargados de fusiles.

Cuando el film está terminado, antes de presentarlo en los teatros, se envía a las fábricas y las aldeas, y las clases en él representadas hacen una crítica severa. Es una tarea muy difícil la de controlar un film que acaba de terminarse. Hace falta llevarlo a la fábrica y escuchar lo que dice con objeto de modificar vuestro film y agregarle lo que sea necesario para que llegue a expresar verdaderamente lo que vosotros queréis que exprese.

Respecto a las fórmulas cinematográficas, el movimiento colectivista juega igualmente un poderoso rol. La necesidad de hacer films de valor colectivo nos ha ayudado a romper el triángulo sagrado de la dramaturgia clásica, que comprende el marido, la mujer y el amante.

Nosotros queremos entrar en la vida. Si hacemos un film que concierne a la vida de la flota, vamos a Odesa, a Sebastopol, entramos en el medio de los marinos, estudiamos la atmósfera, los sentimientos de estas gentes, y conseguimos así obtener el sentimiento medio que nos interesa. Si es un film aldeano, vamos a las aldeas y pasamos el tiempo entre los campesinos, preparándonos para obtener el color local y el sentimiento de la tierra.

Ya hemos dicho que el cinema no es sólo representado por actores profesionales; creemos que los simples particulares pueden, a veces, expresar mejor sus sentimientos, ser más naturales que los actores de oficio. En muchos casos es sencillamente una cuestión de tiempo.

Si un actor para representar un papel de viejo ha tenido dos o tres jornadas para prepararse y para la representación, un verdadero viejo tiene ya sesenta años ganados para representar su papel, y debe portarse, por tanto, mejor que un actor. Pero la consecución de actores no profesionales encierra muchas dificultades. Debe encontrarse en una muchedumbre de rostros las expresiones y las cabezas que quieren tenerse para que correspondan a la idea con que se ha hecho el escenario. Hace falta descubrir en los personajes reales la expresión característica que flota en vuestra imaginación.

Cuando se ha encontrado el personaje, comienzan otras dificultades. Abordáis a este personaje y le decís: ¿Quiere usted ser filmado? casi todos contestan: Sí. Pero, casi inmediatamente agregan que ellos no se dejan fotografiar más que en familia. Es una tradición para la fotografía: el marido, la mujer, los hijos, la abuela se niegan a separarse y es difícil hacerles comprender que no hay necesidad de todos ellos. A veces es, a pesar de todo, imposible; en La lucha por la tierra hay una mujer que no ha consentido en ser fotografiada más que con la condición de tener a su lado a su suegra, porque su marido estaba en otra aldea y ella temía que se dijeran malas cosas sobre ella.

En estos casos hay un truco a emplear, consiste en tomar el cuadro dejando fuera a la persona que no queréis vosotros fotografiar.

Hay todavía una dificultad más complicada cuando se quiere que un personaje, que es honrado en la vida, represente en el film un rol negativo. Representar un papel positivo es muy fácil, pero representar el papel de  “malo” es muy difícil porque hay siempre miedo de que entre los conocidos y los vecinos se tomen por reales las malas acciones cometidas ante el écran.

Hay todavía otros obstáculos. Durante nuestros trabajos para La lucha por la tierra tuvimos que visitar regiones primitivas donde hay muchas tradiciones medievales y donde encontramos dificultades extraordinarias. Debíamos, por ejemplo, filmar una escena de bodas. El primer día habíamos reunido, con facilidad, veinte muchachas que debían representar en estas nupcias.  Todo marchaba bien y habíamos comenzado a filmar, pero al segundo día ninguna de las veinte muchachas se presentó en el taller. No podíamos comprender por qué e indagamos inmediatamente lo que pasaba. Se nos contó en seguida que las mujeres viejas, siempre opuestas al progreso, habían convencido a las muchachas de que los aparatos de tomar las vistas podían fotografiar a través de los vestidos y que las muchachas, muy decentes durante la filmación, serían proyectadas desnudas como ninfas. Naturalmente, nadie quería dejarse fotografiar en nuestro cinema. Tuvimos que esforzarnos mucho para explicarles que aquello era imposible. La presencia de los rayos X en aquella villa había producido la creencia de que podía retratarse a través de todo.

La misma idea general preside las nuevas formas de cinema que nosotros buscamos actualmente. El cine no es considerado como el último estadio del film soviético. Pero él ha dado la posibilidad de romper la tradición del triángulo y ha de buscar otros modos de expresión en el film. Yo no quiero empequeñecer el rol de los actores de films históricos, de documentales o de abstractos. La gran diferencia entre sus buscas y las buscas del film de masas es que el film abstracto no se ocupa de organizar ni de provocar las emociones principalmente sociables del auditorio, mientras que el film de masas se devana primordialmente en estudiar cómo se puede por la imagen y la composición de las imágenes provocar la emoción de los espectadores. Nosotros no tenemos el recurso del asunto de aventuras, del asunto policíaco u otro; nos hace falta, por consiguiente, encontrar en la imagen y en sus combinaciones los medios para provocar las emociones perseguidas.

Es una cuestión de la cual nos hemos ocupado mucho. Después de haber trabajado mucho en esta dirección estamos enfrentados con la más grave tarea de nuestro arte: expresar por la imagen las ideas abstractas, concentrarlas de alguna manera; y esto no traduciendo una idea por cualquier anécdota o historia, sino encontrando directamente en la imagen o en las combinaciones de imágenes el medio de provocar reacciones sentimentales provistas y computadas con anterioridad.

Yo no sé si me explico claramente, pero considero la idea bastante comprensible por ella misma.

Se trata de realizar una serie de imágenes compuestas de tal manera que provoque un movimiento afectivo, que despierte en su torno una serie de ideas. De la imagen al sentimiento, del sentimiento a la tesis. Existe, evidentemente, procediendo así, el peligro de caer en lo simbólico; pero no se debe olvidar que el cinema es el único arte concreto que sea al propio tiempo dinámico y que pueda expresar las operaciones del pensamiento. Los otros artes no pueden excitar con igual potencia al pensamiento porque son estáticos y pueden solamente darle la réplica al pensamiento sin desenvolverlo realmente. Yo creo que la falta de excitación intelectual de que puede tacharse a los demás artes es conseguida por el cinema. Esta será la obra histórica del arte de nuestro tiempo, porque nosotros sufrimos un dualismo terrible entre el pensamiento, la especulación filosófica pura y el sentimiento, la emoción.

En los tiempos primitivos, los tiempos mágicos y religiosos, la ciencia era a la vez un elemento de emoción y un elemento de saber colectivo. Después, con el dualismo las cosas se han separado y nosotros tenemos de una parte la filosofía especulativa, de la otra el elemento emocional puro.

Nosotros debemos, ahora, dar una vuelta, no hacia el estado primitivo que era el estado religioso, pero sí hacia una síntesis del elemento emocional y el intelectual.

Creo que sólo el cinema es capaz de alcanzar esta síntesis retrayendo el elemento intelectual a sus fuentes vitales concretas y emocionales. He ahí nuestra tarea y el camino en que estamos empeñados. Este sería el punto de partida del próximo film que yo pienso hacer, el cual debe hacer pensar dialécticamente a nuestro obrero y a nuestro campesino. Este film se titulará El capital de Marx.

Como conclusión quiero deciros, todavía, que nuestros films son considerados por nosotros como una producción colectiva: porque nosotros intentamos expresar por nuestras obras tanto como sea posible las ideas y los intereses de las masas creadoras, y si nuestros films tienen una fuerza y un temperamento, esto no es más que la fuerza y el temperamento, así como de la voluntad de las masas creadoras que construyen, con esfuerzo enorme, el socialismo en nuestra unión.


[1] Título posterior que Eisenstein da a La línea general (N. de la R.).


lunes, 14 de mayo de 2012

LUCHA DE DOS LINEAS



"Estamos por la lucha ideológica activa, pues ella es el arma con que se logra la unidad interna del Partido y demás colectividades revolucionarias en beneficio del combate. Todos los comunistas y revolucionarios deben empuñar esta arma."



                              CONTRA EL LIBERALISMO

        (Presidente Mao Tse Tung. 7 de septiembre de 1937)


Estamos por la lucha ideológica activa, pues ella es el arma con que se logra la unidad interna del Partido y demás colectividades revolucionarias en beneficio del combate. Todos los comunistas y revolucionarios deben empuñar esta arma.

Pero el liberalismo rechaza la lucha ideológica y propugna una paz sin principios, dando origen a un estilo decadente y vulgar, que conduce a la degeneración política a algunas organizaciones y miembros del Partido y demás colectividades revolucionarias. El liberalismo se manifiesta en diferentes formas:

A sabiendas de que una persona está en un error, no sostener una discusión de principio con ella y dejar pasar las cosas para preservar la paz y la amistad, porque se trata de un conocido, paisano, condiscípulo, amigo íntimo, ser querido, viejo colega o viejo subordinado. O bien buscando mantenerse en buenos términos con esa persona, rozar apenas! el asunto en lugar de ir hasta el fondo. Así, tanto la colectividad como el individuo resultan perjudicados. Este es el primer tipo de liberalismo.

Hacer críticas irresponsables en privado en vez de plantear activamente sugerencias a la organización. No decir nada a los demás en su presencia, sino andar con chismes a sus espaldas; o callarse en las reuniones, pero murmurar después. No considerar para nada los principios de la vida colectiva, sino dejarse llevar por las inclinaciones personales. Este es el segundo tipo.

Dejar pasar cuanto no le afecte a uno personalmente; decir lo menos posible aunque se tenga perfecta conciencia de que algo es incorrecto; ser hábil en mantenerse a cubierto y preocuparse únicamente de evitar reproches. Este es el tercer tipo. Desobedecer las órdenes y colocar las opiniones personales en primer lugar; exigir consideraciones especiales de la organización, pero rechazar su disciplina. Este es el cuarto
tipo.

Entregarse a ataques personales, armar líos, desahogar rencores personales o buscar venganza, en vez de debatir los puntos de vista erróneos y luchar contra ellos en bien de la unidad, el progreso y el buen cumplimiento del trabajo. Este es el quinto tipo. Escuchar opiniones incorrectas y no refutarlas, e incluso escuchar expresiones contrarrevolucionarias y no informar sobre ellas, tomándolas tranquilamente como si nada hubiera pasado. Este es el sexto tipo.

Al hallarse entre las masas, no hacer propaganda ni agitación, no hablar en sus reuniones, no investigar ni hacerles preguntas, sino permanecer indiferente a ellas, sin mostrar la menor preocupación por su bienestar, olvidando que se es comunista y comportándose como una persona cualquiera. Este es el séptimo tipo.
No indignarse al ver que alguien perjudica los intereses de las masas, ni disuadirlo, ni impedir su acción, ni razonar con él, sino dejarle hacer. Este es el octavo tipo.

Trabajar descuidadamente, sin plan ni orientación definidos; cumplir sólo con las formalidades y pasar los días vegetando: "mientras sea monje, tocaré la campana". Este es el noveno tipo.

Considerar que se ha rendido grandes servicios a la revolución y darse aires de veterano; desdeñar las tareas pequeñas pero no estar a la altura de las grandes; ser negligente en el trabajo y flojo en el estudio. Este es el décimo tipo.

Tener conciencia de los propios errores pero no intentar corregirlos, tomando una actitud liberal para consigo mismo. Este es el undécimo tipo.


Podrían citarse otros tipos más, pero los once descritos son los principales. Todas éstas son manifestaciones de liberalismo. En una colectividad revolucionaria, el liberalismo es extremadamente perjudicial. Es una
especie de corrosivo, que deshace la unidad, debilita la cohesión, causa apatía y crea disensiones. Priva a las filas revolucionarias de su organización compacta y de su estricta disciplina, impide la aplicación cabal de su política y aleja a las organizaciones del Partido de las masas que éste dirige. Se trata de una tendencia sumamente perniciosa.

El liberalismo proviene del egoísmo de la pequeña burguesía; éste coloca los intereses personales en primer plano y relega los intereses de la revolución al segundo, engendrando así el liberalismo en los terrenos ideológico, político y organizativo.

Los adictos al liberalismo consideran los principios del marxismo como dogmas abstractos. Aprueban el marxismo, pero no están dispuestos a practicarlo o a practicarlo cabalmente; no están dispuestos a sustituir su liberalismo por el marxismo Tienen su marxismo y también su liberalismo hablan del marxismo pero practican el liberalismo el marxismo es para los demás y el liberalismo para ellos, mismos. Llevan ambos en su bagaje y encuentran aplicación para uno y otro. Así es como funciona el cerebro de cierta gente.

El liberalismo constituye una manifestación de oportunismo y es radicalmente opuesto al marxismo. Es negativo y, objetivamente, hace el juego al enemigo. De ahí que éste se alegre si en nuestras filas persiste el liberalismo. Por ser tal su naturaleza, no debe haber lugar para el liberalismo en las filas revolucionarias.

Debemos emplear el espíritu marxista, que es positivo, para superar el liberalismo, que es negativo. El comunista debe ser sincero y franco leal y activo, poner los intereses de la revolución por encima de su propia vida y subordinar sus intereses personales a los de 1a revolución; en todo momento y lugar ha de adherirse a los principios justos y luchar infatigablemente contra todas las ideas y acciones incorrectas, a fin de consolidar la vidacolectiva del Partido y la ligazón de éste con las masas ha de preocuparse más por el Partido y las masas que por ningún individuo, y más por los demás que por sí mismo. Sólo una persona así es digna de llamarse comunista.

Todos los comunistas leales, francos, activos y honrados deben unirse para combatir las tendencias liberales, que cierta gente tiene, y encauzar a ésta por el camino correcto. He aquí una de nuestras tareas en el frente ideológico

viernes, 11 de mayo de 2012

                CLARA ZETKIN: RECUERDOS SOBRE LENIN (II)



               
Lenin sonrió burlonamente :

—Tal vez escriba o hable algún día acerca de estas
cuestiones. Más adelante; ahora no. Ahora, hay que concentrar
toda la fuerza y todo el tiempo en otras cosas. Tenemos
cuidados mayores y más graves. La lucha por afirmar
y consolidar el Estado soviético no ha terminado todavía,
ni mucho menos. Tenemos que digerir las consecuencias
de la guerra con Polonia y procurar sacar lo mejor que podamos
de su terminación. En el Sur está todavía Wrangel.
Claro está que tengo la firme convicción de que terminaremos
con él. Esto dará también que pensar a los imperialistas
ingleses y franceses y a sus pequeños vasallos. Pero
tenemos todavía delante de nosotros la parte más difícil de
nuestra tarea: la edificación. Esta pondrá también de relieve,
como problemas actuales, los problemas de las relaciones
sexuales, del matrimonio y la familia. Mientras tanto,
tendrán ustedes que arreglárselas como puedan, cuando y
donde esos problemas se planteen. Impidiendo que se traten
de un modo antimarxista y que sirvan para alimentar
desviaciones sordas y manejos ocultos.

Y con esto, pasamos
a hablar, por fin, de su labor —Lenin miró el reloj—. El
tiempo de que dispongo para usted va ya promediado —
dijo—. He charlado más de la cuenta. Debe usted redactar
líneas directrices para la labor comunista entre las masas
femeninas. Como conozco la posición de principio de usted y
su experiencia práctica, nuestra conversación acerca de esto
puede ser breve. Vamos, pues, allá. ¿Cómo concibe usted
esas líneas directrices?
Tracé un resumen rápido de ellas. Lenin asentía constantemente
con la cabeza. sin interrumpirme. Cuando hube
terminado, le miré como interrogándole.
—De acuerdo —manifestó—. Trate usted, además, del
asunto con Zinovief. Convendría también que informase
usted y discutiese acerca de esto en una sesión de los camaradas
dirigentes. Es lástima, de veras es lástima, que no
esté aquí la camarada Inessa. Ha tenido que irse enferma al
Cáucaso. Después de la discusión, escriba usted las líneas
directrices. Una comisión las estudiará y la Ejecutiva decidirá
en último término. Yo sólo me manifestaré acerca de
algunos puntos principales, en los que comparto en absoluto
su criterio. Estos puntos los juzgo también de importancia
para nuestra labor corriente de agitación y propaganda, si
esta labor ha de preparar y hacer triunfar la acción y la lucha.
"Las líneas directrices deberán expresar nítidamente
que la verdadera emancipación de la mujer sólo es posible
mediante el comunismo. Hay que hacer resaltar con toda
fuerza la relación indisoluble que existe entre la posición
social y humana de la mujer y la propiedad privada sobre
los medios de producción. Con esto, trazaremos una divisoria
firme e imborrable entre nuestro movimiento y el movimiento
feminista. Además, de este modo echaremos las
bases para enfocar el problema de la mujer como una parte
del problema social, del problema obrero, firmemente unida,
por tanto, a la lucha proletaria de clases y a la revolución.
Hay que conseguir que el movimiento femenino comunista
sea también un movimiento de masas, una parte del
movimiento general de las masas. No sólo de los proletarios,
sino de los explotados y oprimidos de toda clase, de
todas las víctimas del capitalismo y de cualquier otro poder.
En eso estriba también su importancia para la lucha de clases
del proletariado y para su creación histórica : la socie66
dad comunista. Podemos sentirnos legítimamente orgullosos
de tener dentro del partido, dentro de la Internacional Comunista
una "elite" de mujeres revolucionarias. Pero esto no
es decisivo. De lo que se trata es de ganar para nuestra
causa a los millones de mujeres trabajadoras de la ciudad y
del campo. Para nuestras luchas, y muy especialmente para
la transformación comunista de la sociedad. Sin atraer a la
mujer, no conseguiremos un verdadero movimiento de masas.
"De nuestro punto de vista ideológico se deriva el criterio
de organización. Nada de organizaciones especiales de
mujeres comunistas. La que sea comunista, tiene su puesto
en el partido, lo mismo que el hombre. Con los derechos y
deberes comunistas. Acerca de esto, no puede haber discrepancias.
Sin embargo, hay que reconocer un hecho. El partido debe poseer órganos,
 grupos de trabajo, comisiones, comités, secciones, o como quieran llamarse,
 cuya misión especial sea despertar a las grandes masas femeninas,
ponerlas en contacto con el partido y mantenerlas de un
modo constante bajo su influencia. Para esto, es necesario,
naturalmente, que laboremos de una manera sistemática
entre esas masas femeninas, que disciplinemos a las mujeres
más despiertas y las reclutemos y pertrechemos para
las luchas proletarias de clase bajo la dirección del partido
comunista. Y al decir esto, no pienso solamente en las proletarias,
las que trabajan en la fábrica o las que atienden al
fogón. Pienso también en las campesinas humildes, en las
pequeñas burguesas de los diversos sectores sociales. También
ellas son víctimas del capitalismo, y desde la guerra
más que nunca. La psicología apolítica, asocial, rezagada de
estas masas femeninas; su círculo aislado de acción, el corte
todo de su vida son hechos que sería necio, absolutamente
necio desdeñar. Para trabajar en este campo, necesitamos
órganos especiales de trabajo, métodos de agitación
y formas de organización especiales. Y esto no es feminismo:
es eficacia práctica revolucionaria".
Le dije que sus palabras eran para mí un valioso estímulo,
pues muchos camaradas, camaradas muy buenos, combatían
de la manera más enérgica el que el partido crease
órganos especiales para trabajar sistemáticamente entre las
masas femeninas. Según ellos, esto era feminismo y reincidencia
en las tradiciones socialdemócratas. Daban como
razón el que los partidos comunistas; al reconocer que la
mujer era en un todo igual al hombre, lógicamente tenían
que actuar entre las masas trabajadoras sin admitir diferencia
alguna, tratándose de mujeres. Estas debían atraerse a
la par que los hombres y bajo las mismas condiciones. Y
todo lo que fuese reconocer en el terreno de la agitación y
de la organización las circunstancias apuntadas por Lenin,
era calificado por los defensores de la opinión contraria de
oportunismo, de deserción y traición a los principios.
—Esto no es nada nuevo, ni prueba nada —dijo Lenin—.
No se deje usted sugestionar por esos argumentos. Vamos
a ver, ¿por qué en ninguna parte —ni siquiera aquí en la
Rusia soviética— militan en el partido tantas mujeres como
hombres? ¿Por qué es tan insignificante la cifra de las obreras
organizadas sindicalmente? Los hechos dan qué pensar.
La resistencia a admitir estos órganos especiales indispensables
para trabajar entre las grandes masas femeninas es
un indicio de las concepciones muy de principio también,
muy radicales, de nuestros queridos amigos del Partido Comunista
Obrero. Según ellos, sólo puede haber una forma
de organización: la unión obrera. En no pocas cabezas de
mentalidad revolucionaria, pero confusa, se invocan los
principios siempre que "faltan los conceptos", es decir,
cuando la conciencia se cierra a los hechos reales y , objetivos,
que no hay más remedio que reconocer. ¿Cómo se
avienen esos guardianes de los "principios puros" a las necesidades
imperativas, que la historia nos impone, de nuestra política revolucionaria?
Ante la necesidad inexorable,
fallan todos los discursos. Sin tener a nuestro lado a millones
de mujeres, no podremos ejercer la dictadura, ni podremos
edificar la sociedad comunista. A todo trance tenemos
que encontrar el camino que nos lleve a ellas, estudiar,
ensayar, para encontrar ese camino. Por eso estamos también
en lo cierto cuando planteamos reivindicaciones a favor
de la mujer. No se trata de ningún programa mínimo ni reformista,
como los de la socialdemocracia, los de la II Internacional.
Con esto no hacemos ninguna profesión de fe en
la eternidad, ni siquiera en la larga duración de las maravillas
de la burguesía y de su Estado. No intentamos domesticar
con reformas a las masas femeninas ni desviarlas de la
lucha revolucionaria. No se trata de nada de esto ni de ninguna
otra maniobra reformista. Nuestras reivindicaciones
son otras tantas deducciones prácticas derivadas de las irritantes
penalidades y humillaciones vergonzosas de la mujer,
de su posición como ser débil y privado de derechos
dentro de la sociedad burguesa. Al plantearlas, demostramos
conocer todas estas miserias, sentir como una injusticia
las humillaciones de la mujer y los privilegios del hombre.
Que odiamos todo eso, sí ; que odiamos y queremos
suprimir todo lo que oprime y atormenta a la obrera, a la
mujer del obrero, a la campesina, a la mujer del hombre
humilde y, hasta en ciertos respectos, a la mujer de las clases
acomodadas. Los derechos y las medidas sociales que
reclamamos para las mujeres de la sociedad burguesa son
una prueba de que comprendemos y de que, bajo la dictadura
del proletariado, reconoceremos la situación y los intereses
de la mujer. Naturalmente que no como reformistas
adormecedores y tutelares. No; nada de eso. Como revolucionarios,
que llaman a la mujer a colaborar, como igual en
derechos al hombre, en la transformación de la Economía y
de la superestructura ideológica de la sociedad.
Yo le aseguré que compartía sus ideas, pero que éstas
chocarían con la resistencia de muchos, que los espíritus
inseguros y miedosos las rechazarían como sospechosas de
oportunismo. Y que tampoco podía negarse que nuestras
actuales reivindicaciones, en punto a la mujer, eran susceptibles
de ser concebidas e interpretadas de un modo falso.
—¿Cómo? —exclamó Lenin, un poco bruscamente—. A
ese peligro está expuesto todo cuanto digamos y hagamos.
Y si, por miedo a incurrir en él, nos abstenemos de hacer lo
que creamos conveniente y necesario, nos convertimos en
los santos indios de las columnas. iNo moverse, no tocar,
pues podríamos caer desde lo alto de la columna de nuestros
principios! Por lo demás, en nuestro caso no hay que
mirar solamente a lo que pedimos, sino a cómo lo pedimos.
Creo haber apuntado bastante claramente a esto. Ya se sabe
que nosotros no vamos a rezar propagandistamente
nuestras reivindicaciones por la mujer como las cuentas de
un rosario, sino que debemos luchar tan pronto por unas
como por otras, a medida que lo requieran las circunstancias.
Y siempre, naturalmente, en relación con los intereses
generales del proletariado. Cada una de estas batallas nos
coloca enfrente de la honorable hermandad burguesa y de
sus no menos honorables lacayos reformistas. Obliga a
éstos a una de dos cosas: o a luchar bajo nuestras banderas
—cosa que no quieren—, o a desenmascararse. Por tanto,
estas luchas deslindan nuestro campo y presentan a la luz
del día nuestra faz comunista. Con ellas, ganamos la confianza
de las grandes masas femeninas que se sienten explotadas,
esclavizadas y pisoteadas por la supremacía del
hombre, por la fuerza del patrono, por la sociedad burguesa
entera. Traicionadas, abandonadas por todos, las mujeres
trabajadoras reconocen que tienen que luchar a nuestro
lado. Y no necesito jurarle ni hacerle jurar a usted que las
luchas por las reivindicaciones femeninas deben ir asociadas
también a la meta de la conquista del Poder, de la implantación
de la dictadura proletaria. Esto es, en los momentos
presentes, el alfa y el omega de nuestro movimiento. La
cosa es clara, perfecta mente clara. Pero las grandes masas
femeninas del pueblo trabajador no se sentirán irresistiblemente
arrastradas a compartir nuestras luchas por el Poder,
si nos limitamos a soplar una y otra vez este solo grito,
aunque lo soplemos con las trompetas de Jericó. ¡No y no!
Nuestras reivindicaciones deben ir políticamente asociadas
también en la conciencia de las masas femeninas a las penalidades,
a las necesidades y a los deseos de las mujeres
trabajadoras. Estas deben saber que, para ellas, la dictadura
proletaria significa la plena equiparación con el hombre
ante la ley y en la práctica, dentro de la familia, en el Estado
y en la sociedad, así como también el estrangulamiento
del poder de la burguesía.
—El ejemplo de la Rusia soviética —exclamé yo, interrumpiéndole—
lo prueba, y ese será nuestro gran modelo.
Lenin prosiguió :
—La Rusia soviética presenta nuestras reivindicaciones
femeninas bajo un ángulo visual nuevo. Bajó la dictadura
del proletariado, ya no son objeto de lucha entre el proletariado
y la burguesía. Implantadas, se convierten en piedras
para el edificio de la sociedad comunista. Esto demostrará a
las mujeres de otros países la importancia decisiva que tiene
la conquista del Poder por el proletariado. Hay que subrayar
claramente la diferencia, si queremos atraernos a las
masas femeninas para las luchas revolucionarias de clase
del proletariado. La movilización de la mujer, realizada con
una conciencia clara de los principios y sobre una base firme
de organización, es una cuestión vital para los partidos comunistas
y para su triunfo. Pero no nos engañemos. Nues71
tras secciones nacionales no ven todavía claro esto. Se
comportan de un modo pasivo, indolente, ante el problema
de organizar el movimiento de masas de las mujeres trabajadoras
bajo la dirección comunista. No comprenden que el
desarrollo y el encauzamiento de este movimiento de masas
es una parte importante de las actividades globales del partido,
más aún, el cincuenta por ciento de labor general del
partido. Y si de vez en cuando reconocen la necesidad y el
valor de organizar un movimiento femenino enérgico, con
una clara meta comunista, no es más que un reconocimiento
platónico de labios afuera, al que no corresponden un
desvelo constante y la conciencia del deber de laborar día
tras día.
"Se considera la actuación agitadora y propagandista
entre las masas femeninas, la obra de despertar y revolucionar
a la mujer, como algo secundario, como incumbencia
de las camaradas solamente. Y se las reprocha, a ellas, el
que las cosas no vayan más de prisa y se desarrollen con
más fuerza. ¡Eso es falso, rematadamente falso! Verdadero
separatismo y feminismo rebours, como dicen los franceses,
¡feminismo a contrapelo! ¿Qué hay. en el fondo de esta manera
falsa de plantearse el problema nuestras secciones
nacionales? No hay, en última instancia, más que un desdén
hacia la mujer y hacia la obra que ésta puede realizar. Sí,
señor. Desgraciadamente, también de muchos de nuestros
camaradas se puede decir aquello de "escarbad en el comunista
y aparecerá el filisteo". Escarbando, naturalmente, en
el punto sensible, en su mentalidad acerca de la mujer. ¿Se
quiere prueba más palmaria de esto que la tranquilidad con
que los hombres contemplan cómo la mujer degenera en
ese trabajo mezquino, monótono, de la casa; trabajo que
dispersa y consume sus fuerzas y su tiempo, y sumisión al
hombre? Se le facilita, con arreglo a sus dotes y a su vocación,
plena intervención dentro de la sociedad. Los niños
obtienen de este modo condiciones más favorables para su
desarrollo que dentro de la familia. Poseemos las leyes más
avanzadas del mundo en materia de protección a las obreras,
y los mandatarios de los obreros organizados las ejecutan.
Creamos establecimientos de maternidad, asilos para
madres y niños de pecho, organizamos centros técnicos
para aconsejar a las madres, cursos para la crianza de los
niños de pecho y de edad temprana, etc. Hacemos los mayores
esfuerzos posibles por aliviar las penalidades de las
mujeres abandonadas y sin trabajo.
"Sabemos perfectamente que todo esto no es mucho,
comparado con las necesidades de las masas femeninas
trabajadoras, que dista muchos de ser todavía su emancipación
completa y efectiva. Pero, comparado con lo que
ocurría en la Rusia zarista y capitalista, representa un progreso
enorme. Y puede incluso compararse sin miedo con la
realidad de aquellos países en los que todavía impera sin
traba ni cortapisa el capitalismo. Es un buen principio de la
dirección acertada. Principio que hemos de seguir desarrollando
consecuentemente con toda energía; pueden ustedes,
en el extranjero, estar seguros de ello. Pues cada día
que pasa y se mantiene la existencia del Estado soviético
viene a demostrar todavía más claramente que no podremos
salir adelante sin contar con los millones de mujeres.
Imagínese usted lo que esto representa en un país en que
más de un ochenta por ciento de la población son campesinos.
La pequeña explotación campesina es inseparable de la
economía doméstica y de la esclavitud familiar de la mujer.
En este respecto, ustedes tendrán que luchar con menos
dificultades que nosotros. Siempre y cuando, naturalmente,
que los proletarios de sus países acaben por comprender de
una vez que las cosas están maduras para la conquista del
Poder, para la revolución. Sin embargo, nosotros, a pesar
de las grandes dificultades que se nos oponen, no desesperamos.
Conforme crecen las dificultades, crecen también
nuestras fuerzas. Las necesidades prácticas nos trazarán
también nuevos caminos para la emancipación de las masas
femeninas. El cooperativismo prestará en este punto gran73
des servicios, aliado al Estado soviético. Naturalmente, un
cooperativismo comunista, no ese cooperativismo burgués
que predican los reformistas, cuyo antiguo entusiasmo revolucionario
se ha convertido en vinagre barato. A la par con
el cooperativismo, deberá desarrollarse la iniciativa personal,
convertida en actuación colectiva y fundida con ella.
Bajo la dictadura proletaria, la emancipación de la mujer
avanzará también en la aldea, conforme se vaya realizando
el comunismo. En este punto, yo cifro las mejores esperanzas
en la electrificación de nuestra industria y de nuestra
agricultura. ¡Grandiosa obra, ésta! Grandes, inmensas son
las dificultades con que tropieza su realización. Para resolverlas,
será necesario desplegar, educar las más gigantescas
fuerzas de las masas. En esta obra deberán colaborar
millones de fuerzas femeninas".
Durante los últimos diez minutos, habían llamado por
dos veces a la puerta. Lenin siguió hablando. Al terminar,
abrió la puerta y dijo:
—Voy en seguida:
Luego se volvió a mí y añadió riéndose :
—Ahora me aprovecharé de haber estado reunido con
una mujer. Excusaré, naturalmente, mi tardanza con la consabida
elocuencia femenina, aunque la verdad es que esta
vez no ha sido precisamente la mujer, sino el hombre, el
que se ha excedido hablando. Por lo demás, puedo certificar
que sabe usted escuchar de un modo admirable. Tal vez
haya sido eso precisamente lo que me haya tentado a
hablar tanto.
Mientras pronunciaba estas palabras en broma, Lenin
me ayudaba a ponerme el abrigo:
—Abríguese usted bien —me dijo cariñosamente—.
Moscú no es Stuttgart. Ya la atenderán a usted. No se vaya
a enfriar. Hasta la vista.
Hacia unas dos semanas más tarde volví a sostener otra
conversación con Lenin acerca del movimiento femenino.
Vino a visitarme. Su visita fue, como era casi siempre, inesperada,
una improvisación en medio del gigantesco agobio
de trabajo que pesaba sobre el guía de la revolución triunfante.
Lenin parecía estar muy fatigado y preocupado. La
derrota de Wrangel no era un hecho todavía y el aprovisionamiento
de víveres de las grandes ciudades tenía sus ojos
clavados en el gobierno soviético como una esfinge inexorable.
Me preguntó en qué estado se hallaban las líneas directrices
o las tesis. Le dije que se había reunido una gran comisión
en la que habían intervenido y expuesto su criterio
todas las camaradas presentes en Moscú, y que las directrices
estaban terminadas y serían pronto discutidas en una
comisión menos numerosa. Me dijo que debíamos procurar
que el tercer Congreso mundial tratase de este asunto a
fondo, como la cosa lo requería. Con este solo hecho se
vencerían muchos de los prejuicios de los camaradas.
Aparte de esto, era necesario que las camaradas se destacasen
atacando, de firme.
—Nada de cuchichear, como buenas comadres, sino
hablar alto y claro, como luchadoras —exclamó Lenin, con
energía—. Un Congreso no es ningún salón en el que las
mujeres hayan de brillar por sus gracias, como en las novelas.
Es un campo de batalla, en el que cada cual tiene que
luchar por ideas claras paró la actuación revolucionaria.
Prueben ustedes que saben luchar. Con el enemigo, ante
todo, naturalmente ; pero también dentro del partido,
cuando haga falta. No hay que olvidar que se trata de las
grandes masas femeninas. Nuestro partido ruso apoyará
todas ha proposiciones y todas las medidas que ayuden a
conquistarlas. Si estas masas no vienen a nosotros; los contrarrevolucionarios
pueden conseguir llevárselas con ellos.
No hay que perder de vista esto.
—Sí, hay que conquistar a las masas femeninas, aunque,
como se decía de Stralsund, estén atadas con cadenas al
cielo —intervine yo, recogiendo el pensamiento de Lenin—.
Aquí, en el ambiente de la revolución, con su plétora de vida
y sus rápidas y fuertes pulsaciones, he concebido el plan de
una gran acción internacional entre las masas femeninas
trabajadoras. Este plan me lo han sugerido, muy especialmente,
los grandes congresos y conferencias de mujeres sin
partido que aquí se celebran. Hay que intentar trasplantar
estos métodos del campo nacional al campo internacional.
Es innegable que la guerra mundial, con sus estragos, han
conmovido en lo más profundo a grandes masas de mujeres
de las más diversas clases y sectores sociales. Las ha agitado,
ha sembrado en ellas la inquietud. En forma de las más
angustiosas preocupaciones por el sustento y el contenido
de su vida, se alzan hoy ante la mujer problemas que la
mayoría de ellas apenas sospechaban y que muy pocas enfocaban
claramente. La sociedad burguesa es incapaz de
dar una solución satisfactoria a estos problemas. Esto sólo
puede hacerlo el comunismo. Y esto es lo que tenemos nosotros
que llevar a la conciencia de las grandes masas femeninas
de los países capitalistas, organizando con este
objeto un gran Congreso internacional de mujeres sin partido.
Lenin no me contestó inmediatamente. Con la mirada
como vuelta hacia adentro, la boca apretada y el labio inferior
un poco saliente, meditaba.
—Sí —dijo al cabo de un rato—, habrá que ha= cerio. El
plan es bueno. Pero el mejor plan, el más excelente, no sirve
de nada si no se lo sabe manejar. ¿ Ha pensado usted ya
acerca de su ejecución? ¿Cómo concibe usted ésta?
Le expuse minuciosamente mis ideas acerca de esto. Le
dije que lo primero era formar un Comité integrado por
unas cuantas camaradas de distintos países y que, manteniéndose
en constante y estrecho contacto con nuestras
secciones nacionales, se encargase de preparar, ejecutar y
utilizar el Congreso. Si este Comité podía comenzar a actuar
inmediatamente de un modo oficial y público o no, era una
cuestión de oportunidad que habría que meditar. En todo
caso, la primera tarea de sus miembros en cada país raería
establecer contacto con las dirigentes de las obreras sindicalmente
organizadas, con las dirigentes del movimiento
político proletario de la mujer, y de organizaciones femeninas
burguesas de todas las clases y tendencias, como médicas,
profesoras, escritoras, etc., de prestigio, y formar un
Comité nacional y sin partido de trabajo y de preparación
del Congreso. Con miembros de estos Comités nacionales se
formaría un organismo internacional, cuya misión sería preparar
y convocar el Congreso internacional, fijar su orden
del día y sitio y fecha para su celebración.
El Congreso debería tratar en primer término, a mi juicio,
el derecho de la mujer al trabajo profesional. En relación
con esto, podían plantearse los problemas del paro, del
salario y del sueldo iguales para rendimiento igual; de la
jornada legal de ocho horas y de las leyes de protección
para las obreras, de la organización sindical y profesional,
de la asistencia social para la madre y el niño, de las instituciones
sociales para aliviar de sus labores a las mujeres
de casa y a las madres, etc. En el orden del día deberían
figurar, además, el problema de la posición de la mujer ante
el derecho matrimonial de familia y ante el derecho público.
Razoné estas proposiciones y seguí exponiendo cómo los
comités nacionales habrían de preparar concienzudamente
el Congreso en cada país, por medio de una campaña sistemática
de mítines y en la prensa. Dije que esta campaña
tenía una importancia especial para poner en pie a las grandes
masas de mujeres, para impulsarlas a que se ocupasen
seriamente de los problemas puestos a discusión y para
encauzar su atención hacia el Congreso y, por tanto, hacia
el comunismo y hacia los partidos de la Tercera Internacional.
Que esta campaña debía orientarse hacia las mujeres
trabajadoras de todas las capas sociales, asegurando la
asistencia y la colaboración en el Congreso de representantes
de todas las organizaciones femeninas invitadas y de
delegadas de todos los mítines de mujeres que se organizasen.
Y el Congreso debía ser una verdadera "representación
popular , aunque en un sentido muy distinto al de los parlamentos
burgueses.
Que, indudablemente, los comunistas debían ser, no sólo
la fuerza propulsora, sino también, y sobre todo, la fuerza
dirigente del trabajo de preparación. Que para ello debían
contar con el apoyo más enérgico de nuestras secciones. Y
que esto se refería también, naturalmente, a la actuación
del Comité internacional, a los mismos trabajos del Congreso
y al modo de utilizar en gran escala los resultados de
éste. Que en el Congreso se debían presentar tesis o bien
proposiciones comunistas a todos los problemas, nítidamente
perfiladas, en cuanto a los principios, y procurando,
además, que estuviesen objetivamente, razonadas y con un
dominio científico de los hechos sociales. Que estas tesis
debían ser previamente discutidas y aprobadas por la Ejecutiva
de la Internacional Comunista. Que las soluciones y
consignas comunistas debían ser el eje de los trabajos del
Congreso, haciendo girar en torno a ellas la atención pública.
Que, una vez celebrado el Congreso, estas consignas
debían difundirse por medio de la agitación y la propaganda
entre las más amplias masas femeninas y presidir las acciones
internacionales de masas de la mujer. Que una condición
inexcusable vara ello era, evidentemente, que las comunistas
actuasen en todos los comités y en el mismo'
Congreso como una unidad cerrada y firme, que colaborasen
de un modo fundamentalmente claro y sistemáticamente
inconmovible, sin permitir que nadie danzase por su
cuenta.
Durante la exposición de mis ideas, Lenin había asentido
varias veces con la cabeza y hecho varias interrupciones
breves de conformidad, con lo que yo decía.
—Creo, querida camarada —dijo cuando hube terminado—,
que ha enfocado usted la cosa muy bien en el aspecto
político y también en lo fundamental, por lo que se refiere a
la organización. Yo opino en absoluto que en las circunstancias
actuales, ese Congreso podría tener una gran importancia.
Podría ponernos en contacto con grandes masas de
mujeres, y, muy especialmente, con masas de mujeres de
todas las profesiones, obreras industriales, obreras domiciliarias,
y también con las maestras y otras empleadas públicas.
¡Sería magnífico, magnífico! No hay más que pensar en
la situación que se plantearía en las grandes luchas económicas,
e incluso en las huelgas políticas. ¡Qué incremento
más enorme de fuerza significarían para el proletariado revolucionario
esas masas de mujeres puestas conscientemente
en rebeldía! Siempre, naturalmente, que consiguiésemos
atraérnoslas y supiésemos retenerlas a nuestro lado.
Saldríamos ganando con ello mucho, muchísimo. Pero, vamos
a ver, ¿qué criterio tiene usted acerca de algunos puntos
concretos? Es muy probable que los gobiernos no viesen
con buenos ojos la obra del Congreso, que pretendiesen
impedirlo. Claro está que difícilmente se atreverían a reprimirlo
brutalmente. Ya sé que a usted esto no la intimida.
Pero, ¿no teme usted que en los comités y en el mismo
Congreso las comunistas podrían verse arrolladas por la
preponderancia numérica de las mujeres burguesas y reformistas
y por su rutina? Y además, y sobre todo, ¿confía
usted realmente en la formación marxista de nuestras camaradas,
cree usted que podría reclutarse entre ellas una
tropa de Choque capaz de sostener la lucha con honor?
Le contesté que las autoridades difícilmente procederían
contra el Congreso por la violencia y que las mortificaciones
y las brutalidades que se cometiesen contra él no conseguirían
más que hacer campaña en su favor y en el nuestro.
Que al número y a los métodos rutinarios de los elementos
no comunistas, nosotras, las comunistas, opondríamos la
superioridad científica del materialismo histórico en el modo
de concebir y esclarecer los problemas sociales y en la consecuencia
de nuestras medidas para resolverlos, y, por
último, el triunfo de la revolución proletaria en Rusia y la
obra fundamental de ésta por la emancipación de la mujer.
Que los flacos y las faltas que hubiese en cuanto a la formación
y a la capacidad de algunas camaradas se podían compensar
con una preparación y una colaboración sistemáticas.
Que en este respecto, cifraba mis mejores esperanzas
en las camaradas rusas, que serían el núcleo de hierro de
nuestra falange. Que del brazo de ellas yo me lanzaría con
toda tranquilidad a batallas mayores que las de un Congreso.
Y que, además, si nos derrotaban por votos, esta batalla
haría pasar a primer plano la causa del comunismo y tendría
una importancia propagandista enorme, procurándonos
puntos de contacto y elementos para seguir trabajando.
Lenin se echó a reír con todas sus ganas :
—¡Siempre la misma entusiasta defensora de las revolucionarias
rusas! Sí, sí, acero viejo no se oxida. En el fondo,
creo que tiene usted razón. También la derrota después
de una dura lucha sería un avance, una preparación para
futuras conquistas entre las masas de mujeres trabajadoras.
Bien mirado todo, se trata de una empresa digna de
todo lo que en ella se aventure. La derrota nunca podría ser
completa. Y, naturalmente, yo confío en el triunfo, deseo el
triunfo de todo corazón. Este triunfo reforzaría enormemente
nuestro poder, extendería y consolidaría en grandes proporciones
nuestro frente de lucha, traería a nuestras filas
vida, movimiento, actividad. Y esto siempre está bien.
Además, ese Congreso sembrarla y avivaría en el campo de
la burguesía y de sus amigos reformistas la inquietud, la
inseguridad, los antagonismos, los conflictos. ¡Hay que imaginarse
todos los elementos que se reunirían en el Congreso
bajo un mismo techo con las "hienas de la revolución", y, si
las cosas viniesen bien dadas, bajo su dirección: las buenas
y sumisas socialdemócratas que acatan la alta jefatura de
Scheidemann, Dittmann y Legien; las piadosas cristianas,
bendecidas por el Papa o arrodilladas ante Lutero; respetables
hijas de altos consejeros y consejeras de gobierno recién
salidas del horno; pacifistas inglesas con porte de "ladies",
y apasionadas feministas francesas! ¡Qué estampa de
caos, de decadencia, de mundo burgués, sería este Congreso!
¡Qué magnífico reflejo de su incapacidad para encontrar
un camino y una solución! Los efectos de este Congreso
acentuarían la descomposición y debilitarían con ello las
fuerzas de la contrarrevolución. Todo lo que sea debilitar la
potencia del enemigo, es robustecer nuestra propia fuerza.
Yo soy partidario de ese Congreso; hable usted de ello con
Grigory. Ya verá usted cómo comprende en todo su alcance
la importancia del asunto. Nosotros lo apoyaremos enérgicamente.
¡Manos, pues, a la obra, y mucha suerte!
Todavía hablamos un rato acerca de la situación en Alemania
y principalmente acerca del próximo "Congreso de unificación" de los viejos "espartaquistas", con el ala de izquierda de los independientes.
Luego, Lenin se fue corriendo, y, al pasar por una habitación,
en la que estaban trabajando algunos camaradas,
los saludó cordialmente. Mi plan encontró también la aprobación
del camarada Zinovief. Me entregué llena de esperanza
a los trabajos preparatorios. Desgraciadamente, la
idea del Congreso se estrelló contra la intransigencia de las
camaradas alemanas y búlgaras, que, por aquel entonces,
eran las que, fuera de la Rusia soviética, acaudillaban el
mejor movimiento femenino comunista. Cuando se lo conté
a Lenin, este exclamó:
—¡Qué lástima, qué lástima !Estas camaradas han desperdiciado
una magnífica ocasión para abrir a grandes masas
de mujeres una perspectiva de esperanza y atraerlas así
a las luchas revolucionarias del proletariado. ¡Quién sabe si
esa ocasión propicia volverá a presentarse tan pronto! El
hierro hay que machacarlo cuando está al rojo. Pero el problema
queda en pie. Deben ustedes buscar el camino de
llegar a las masas de mujeres, lanzadas por el capitalismo a
la miseria más espantosa. ¡Tienen ustedes que buscarlo,
cueste lo que cueste! Ante este imperativo, no hay escapatoria
posible. Sin un movimiento organizado de masas bajo
la dirección de los comunistas no podremos triunfar sobre el
capitalismo ni edificar el comunismo. Por eso el Aquerón de
las masas femeninas no tiene más remedio que moverse,
más tarde o más temprano.
----------------
El primer año del proletariado revolucionario sin Lenin. Este
año ha venido a comprobar la firmeza de su obra, la descollante
genialidad del guía y del maestro. Nos ha hecho sentir
cuán grande y cuán insustituible es la pérdida sufrida. Los
cañonazos sordos anuncian la hora sombría, en que hoy
hace un año Lenin cerró para siempre aquellos ojos que
sabían mirar tan lejos y tan hondo. Veo las filas interminables
de hombres y mujeres del pueblo trabajador que marchan,
envueltos en tristeza, hacia la tumba de Lenin. Su
duelo es mi duelo, es el duelo de millones de seres. Pero del
dolor reavivado se alza con fuerza arrolladora el recuerdo,
que es una realidad ante la que el presente angustioso se
derrumba. Me parece estar escuchando cada palabra pronunciada
por Lenin ante mí. Me parece estar viendo todos
los gestos de su cara... Miles de banderas se inclinan ante
su tumba; son banderas teñidas con la sangre de las luchas
revolucionarias. Miles de coronas de laurel se depositan sobre
ella. Todo es poco. A ello uno yo estas modestísimas
páginas.